LA AGRESIVIDAD Y EL AUTOLESIONISMO DE UNA AMÉRICA EN DECADENCIA. Roberto Iannuzi.

Roberto Iannuzi.

Foto: Trump anuncia los aranceles en la Casa Blanca, 2 de abril de 2025.

24 de octubre 2025.

Con una economía amenazada por una deuda fuera de control y la peligrosa burbuja de la IA, Washington sigue promoviendo acciones militares inútiles y peligrosas, así como medidas comerciales que se vuelven en su contra.


Tras presentarse a las elecciones presidenciales como un “candidato de paz” que quería cerrar el capítulo del aventurerismo estadounidense en el extranjero, el presidente Donald Trump ha basado su mandato en amenazas militares y chantajes comerciales.

Su lema “America First” se ha traducido, de hecho, en un torpe intento de restablecer la hegemonía estadounidense en un mundo que es cada vez más inequívocamente multipolar.

Este intento se ha materializado en una serie de acciones bélicas tan inconclusas (en Yemen, en Irán) como sangrientas (el apoyo al exterminio israelí en Gaza), a las que han seguido las recientes amenazas a Venezuela.

En Ucrania, donde Trump ha intentado persuadir a Rusia para que acepte una congelación del conflicto en lugar de una solución real, la paz sigue estando tan lejos como la posibilidad de una afirmación militar occidental.

En el frente económico, la guerra de aranceles debería haber persuadido a otros países a firmar acuerdos comerciales e inversiones ventajosos para Estados Unidos con el fin de evitar la trampa de los aranceles. El objetivo de la Casa Blanca era dar un nuevo impulso a la economía y a las desastrosas finanzas estadounidenses.

A pesar de los ingresos derivados de los aranceles, la deuda nacional estadounidense ha alcanzado los 38 billones de dólares, tras haber aumentado en 11 billones en cinco años. El último salto de un billón se ha producido en solo dos meses y medio.

Se trata de un crecimiento insostenible incluso para una superpotencia como Estados Unidos, que puede imprimir dólares a su antojo.

Mientras tanto, muchos países han comenzado a rebelarse contra el chantaje de Washington, empezando por China, que ha respondido golpe por golpe a los aranceles y otras restricciones impuestas por Estados Unidos.

Las recientes restricciones chinas a la exportación de tierras raras y de las tecnologías necesarias para procesarlas otorgan de hecho a Pekín un poder de veto sobre tres cadenas de suministro cruciales: semiconductores avanzados, vehículos y drones con batería, y algunos procesos de producción de precisión.

En la práctica, China está volviendo contra Washington las restricciones estadounidenses a la exportación de semiconductores.

La medida china, además de crear problemas a las industrias de defensa estadounidenses, puede asestar otro duro golpe al ya tambaleante auge de la inteligencia artificial (IA), otro supuesto pilar del ansiado renacimiento estadounidense.

Según el Financial Times, los cientos de miles de millones de dólares que las empresas estadounidenses están invirtiendo en IA contribuyen a un increíble 40 % del crecimiento del PIB estadounidense de este año. Sin esta contribución, la economía estadounidense ya estaría estancada.

Pero estas inversiones no están obteniendo ni los beneficios ni los aumentos de productividad esperados. Mientras tanto, los “siete magníficos” —Nvidia, Microsoft, Alphabet, Apple, Meta, Tesla y Amazon— representan ya el 35 % del valor del mercado bursátil estadounidense, que nunca antes se había concentrado en un número tan reducido de acciones.

Si esta burbuja, cuya existencia ya reconocen todos, llegara a estallar, las repercusiones para la economía estadounidense podrían ser desastrosas.

Por su parte, el director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, ha reconocido que las restricciones a la exportación de microchips a China han sido una de las decisiones más autodestructivas jamás tomadas por un Gobierno estadounidense, ya que han hecho caer la cuota de mercado de su empresa del 95 % al 0 % en China.

En tres años, desde la introducción de estas restricciones en 2022, se han convertido en un catalizador que ha acelerado de manera impresionante el desarrollo de las cadenas de suministro y las empresas emergentes chinas para la producción de microchips.

Pero las medidas “boomerang” de Washington no terminan ahí. Recientemente, las presiones de Estados Unidos han llevado al Gobierno neerlandés a tomar el control del fabricante de microchips Nexperia, de propiedad china.

La decisión de pisotear los derechos de propiedad no solo compromete la credibilidad y el atractivo de Europa a los ojos de los inversores extranjeros, sino que ha provocado la obvia represalia de Pekín, que ha expulsado a la empresa de sus cadenas de suministro.

Además de decretar quizás la muerte de Nexperia, esta represalia crea graves problemas de abastecimiento a Europa e incluso a Estados Unidos, ya que esta empresa producía decenas de miles de millones de microchips al año.

Pero Washington sigue mostrándose fuerte con los débiles (en el caso mencionado, Europa) y débil, además de autodestructivo, con los fuertes.

La guerra comercial con Pekín ha resultado ser un fracaso. Los aranceles contra Nueva Delhi han irritado a un aliado clave en Asia y a un contrapeso potencial a China.

En Ucrania, Trump amenaza ahora al presidente ruso Putin (a través de la anunciada entrega de misiles Tomahawk a Kiev, que afortunadamente se ha retractado por el momento), ahora a su homólogo Zelensky (según el Financial Times, la última reunión entre ambos habría sido tormentosa) sin obtener resultados.

Y en el Caribe, su administración sigue ordenando asesinatos extrajudiciales de presuntos narcotraficantes. A la acusación del presidente colombiano Gustavo Petro de haber violado la soberanía del país al matar a un simple pescador, Trump respondió que recortaría las ayudas a Bogotá.

Esa misma ayuda que contribuye a la lucha contra el narcotráfico del Gobierno colombiano, que debería ser importante para Washington.

Este artículo apareció en Il Fatto Quotidiano

Traducción nuestra


*Roberto Iannuzzi es analista independiente especializado en Política Internacional, mundo multipolar y (des)orden global, crisis de la democracia, biopolítica y «pandemia new normal».

Fuente original: Intelligence for the people

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