Pepe Escobar.
Foto: Consorcio del Oleoducto del Caspio. Foto SCF © Photo: Public domain
27 de febrero 2025.
Nadie ha perdido nunca dinero apostando por las ‘políticas’ de los chihuahuas bálticos.
Nadie ha perdido nunca dinero apostando por las ‘políticas’ de los chihuahuas bálticos. Su último juego de poder es convertir el mar Báltico en un lago de la OTAN.
La idea de que un puñado de subentidades rusófobas tengan lo que hay que tener para expulsar a la superpotencia rusa del mar Báltico y suponer una amenaza para San Petersburgo ni siquiera puede calificarse de caricaturesca.
Sin embargo, eso es parte integrante de las obsesiones reconfiguradas de la OTAN, ya que su ‘vanguardia’ belicista ha sido reubicada en un eje Londres-Varsovia-chihuahuas bálticos-Ucrania.
Qué tipo de agujero negro resultará ser una Ucrania reducida después del final de la guerra —que podría no ocurrir ni siquiera en 2025— está por verse. Lo que es seguro es que, en caso de una salida de Ucrania —cualesquiera que sean las modalidades— entrará Rumanía.
Toda la farsa electoral en Rumanía –completada con la demonización del favorito a las elecciones, Calin Georgescu– gira en torno a la mejora de la base Mihail Kogalniceanu, que se convertirá en la mayor base militar de la OTAN en Europa.
Así que, una vez más, toda gira en torno al Mar Negro. La OTAN causando estragos en el Mar Negro conlleva perspectivas mucho más sabrosas que la OTAN a través de los chihuahuas monopolizando el Mar Báltico.
Ilya Fabrichnikov, miembro del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia, ha publicado un notable ensayo centrado esencialmente en el Mar Negro (ésta es una versión resumida en el diario Kommersant).
Fabrichnikov argumenta convincentemente que, desde el punto de vista europeo -UE/OTAN-, lo que realmente importaba en Ucrania era
mover sus fronteras, junto con su infraestructura militar, política y económica, cerca de las de Rusia, poner bajo pleno control el estratégico corredor comercial del Mar Negro -que se extiende fácilmente más al norte por la ruta Odessa-Gdansk- para explorar más cómoda y rápidamente los espacios económicos de Asia y el norte de África, y empezar a dictar sus condiciones a los suministros rusos de petróleo, gas y otros recursos que necesita la economía europea».
A medida que este juego de poder centrado en la instrumentalización de Ucrania se deshace en tiempo real, se necesita un reemplazo, incluso mientras los eurócratas belicistas siguen vendiendo sin parar su demencia orwelliana de “la paz es la guerra”, junto con un tsunami incesante de sanciones y promesas renovadas de avalanchas de armas a Kiev.
Se trata de un clásico asunto de vasallos de Bruselas, incluso cuando la tóxica Medusa von der Lugen como jefa de la CE y Rutti-Frutti como nueva jefa de la OTAN fueron esencialmente nombradas por Washington y Londres.
Colectivamente, Europa ha inyectado muchos más fondos político-militares en el agujero negro de Ucrania que los estadounidenses.
La razón es simple. Para Europa no hay Plan B aparte de esa milagrosa ‘derrota estratégica’ de Rusia.
El juego de poder de la UE y la OTAN en el Mar Negro haría aún más imperativa la conexión de Rusia con Transnistria. El único que puede responder si esto forma parte de la planificación actual es, por supuesto, el presidente Putin.
Los neonazis bombardean oleoductos
La inteligencia rusa es muy consciente de que los europeos ya se han repartido hasta cierto punto sus propias zonas en Ucrania, desde puertos hasta minas. No es sorprendente que los británicos, a través del MI6, vayan por delante de los ‘continentales’, principalmente Alemania.
Todo eso se entrelaza con el extremadamente turbio acuerdo de armas por metales cerrado por Trump 2.0 con el totalmente ilegítimo actor de sudadera convertido en gángster en Kiev.
Lo único que le importa a Trump es recuperar el dinero estadounidense, independientemente de que la factura total sea de 500.000 millones de dólares o menos (en realidad, mucho menos).
En este kabuki interviene el verdadero poder en Kiev tras la proclamación de la ley marcial: el Consejo Nacional de Defensa y Seguridad de Ucrania. Este actor no electo, en realidad ilegal, no toma decisiones importantes desde hace algún tiempo. Las dicta el antiguo jefe del servicio secreto exterior, Oleksandr Lytvynenko.
Fue él quien ordenó el 17 de febrero el bombardeo del crucial oleoducto propiedad del Consorcio del Oleoducto del Caspio (CPC), que une Kazajstán con Novorossiysk y exporta cargas de petróleo kazajo y ruso.
Entre los accionistas del CPC figuraban la italiana ENI (2%), la Caspian Pipeline Co, filial de Exxon Mobil (7,5%), y la Caspian Pipeline Consortium Co, filial de Chevron (15%).
Bueno, eso no es muy brillante; los ‘nacionalistas integrales’, código para los neonazis de Kiev decidieron bombardear un activo estadounidense parcialmente de su propiedad. No sólo habrá represalias por parte de Trump 2.0; ya están en marcha.
En el igualmente turbio frente de las tierras raras, la reciente entrevista de Putin a Channel One parece haber desequilibrado a todo el mundo.
Rusia, dijo, tiene muchas más tierras raras que Ucrania y está
dispuesta a trabajar con nuestros socios extranjeros, incluidos los EE.UU. para desarrollar estos depósitos.
Es el clásico Sun Tzu de Putin: los estadounidenses no tendrán tierras raras que explotar en la futura Ucrania, porque no existen. Pero pueden ser socios de Rusia en Novorossiya.
Todo lo anterior, por supuesto, presupondría una sólida negociación entre Estados Unidos y Rusia sobre Ucrania.
Y, sin embargo, el Equipo Trump 2.0 todavía no parece comprender las verdaderas líneas rojas rusas:
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Ningún alto el fuego temporal “a lo largo de la línea del frente”.
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Nada de comerciar con nuevos territorios adquiridos en el campo de batalla.
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Nada de “fuerzas de paz” de la OTAN o europeas en las fronteras occidentales de Rusia.
Putin desconcierta a Trump
Tal y como están las cosas, Washington y Moscú siguen divididos por un abismo.
El Sr. Disco Inferno simplemente no puede hacer concesiones serias – o reconocer de facto la derrota estratégica del Imperio del Caos. Porque eso sellaría el Fin Definitivo de la Hegemonía Unilateral.
Putin, por su parte, sencillamente no regalará las victorias obtenidas con tanto esfuerzo en el campo de batalla. La opinión pública rusa no espera menos. Después de todo, Rusia tiene todas las cartas que conducen a una posible negociación.
La UE y la OTAN nunca admitirán su propia derrota estratégica autoinfligida; de ahí esos sueños del Báltico y el Mar Negro, que conllevan la fantasía autoinfligida adicional de interrumpir las Nuevas Rutas de la Seda de China tanto como de ‘aislar’ a Rusia.
En realidad, Putin está dando volteretas virtuales para inculcar algo de sentido común.
En su Mr. Disco Inferno señaló cómo, sobre las relaciones entre Estados Unidos y Rusia,
este primer paso debería centrarse en aumentar el nivel de confianza entre los dos países. Esto es exactamente lo que hemos estado haciendo en Riad, y a esto dedicaremos nuestros próximos contactos de alto nivel. Sin esto, es imposible resolver ningún asunto, incluido uno tan complejo y agudo como la crisis ucraniana”.
La confianza está lejos de restablecerse, especialmente frente a un Imperio del Caos definido por Lavrov como “capaz de no llegar a un acuerdo” y con su credibilidad mundial por los suelos. Añádase a ello bombazo tras bombazo fabricados para controlar el ciclo de noticias 24/7: el modus operandi preferido de Trump 2.0. Nada de ello conduce a ese mantra diplomático primordial: “generar confianza”.
Y la cosa se volverá aún más turbia -y mucho más peligrosa- si la opinión pública rusa se enfrenta al hecho de que, tras 11 años librando una feroz guerra por poderes con el Imperio del Caos, pueden convertirse en socios en sectores industriales estratégicos que el propio Putin definió como esenciales para la seguridad nacional de Rusia.
Así de fácil. O eso puede ser sólo Putin desconcertando a Trump con algún gambito imprevisto de Sun Tzu.
A principios de esta semana mantuve una fabulosa conversación off the record con Sergey Glazyev, antiguo miembro de la Unión Económica Euroasiática (UEEA) y ahora al frente de la consolidación del Estado de la Unión (Rusia-Bielorrusia).
Le tocó al Sr. Glazyev hacer el resumen definitivo de todo lo que se desenvolvía ante nuestros ojos:
Esta es una guerra muy extraña.
Traducción nuestra
*Pepe Escobar es columnista de The Cradle, redactor jefe de Asia Times y analista geopolítico independiente centrado en Eurasia. Desde mediados de la década de 1980 ha vivido y trabajado como corresponsal extranjero en Londres, París, Milán, Los Ángeles, Singapur y Bangkok. Es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007), Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge, Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009), 2030 (Nimble Books, 2020). Su ultimo libro es Raging Twenties (Nimble, 2021).
Fuente original: Strategic Culture Foundation
