Muhammad Hamid ad-Din.
Imagen: Tomada de New Eastern Outlook
09 de diciembre 2025.
La administración Trump ha publicado un documento de la Casa Blanca en el que se describen los principios de la política exterior y la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos.
Puedes leer traducida al español por el Observatorio de Trabajadores en Lucha, aquí «Estrategia de Seguridad Nacional de EEUU»
Este documento de 33 páginas, que se basa en gran medida en la política «America First» (Estados Unidos primero) de Trump, ha causado alarma en casi todas las regiones del mundo, con la probable excepción de Israel.
La nueva «Estrategia de Seguridad Nacional» de la administración de Donald Trump, presentada a finales de 2025, no se limita a reafirmar el rumbo de «America First», sino que consolida una doctrina de política exterior peligrosa y egoísta que desestabiliza las relaciones internacionales y es especialmente perjudicial para Oriente Medio.
Este documento es, en esencia, un manifiesto ideológico que pone en tela de juicio el valor de las alianzas tradicionales y allana el camino para una confrontación impredecible en regiones clave del mundo.
Socavar los cimientos: los aliados como objetivos de presión
Uno de los aspectos más impactantes de la estrategia es su tono abiertamente hostil y condescendiente hacia los aliados europeos tradicionales de Estados Unidos. Las afirmaciones sobre la «desaparición de la civilización» europea debido a la migración y la integración no solo son ofensivas, sino que revelan un profundo desprecio ideológico.
Exigir a Europa que «asuma la responsabilidad principal de su defensa» y, al mismo tiempo, abrir sus mercados a los productos estadounidenses bajo la amenaza de aranceles no es diplomacia, sino puro chantaje económico.
Este enfoque devalúa crudamente el concepto mismo de asociación en pie de igualdad, convirtiendo a los aliados en objetivos de presión y en una fuente de ingresos.
«La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de la Administración Trump representa una receta peligrosa para la inestabilidad mundial»
Las políticas arancelarias de Trump han suscitado serias críticas. Sus detractores argumentan que, al aplicar medidas económicas tan duras tanto a los adversarios de Estados Unidos, como China, como a sus aliados, como Europa, el presidente está devaluando el concepto mismo de alianza.
Los europeos también están alarmados por la afirmación del documento de que Washington debe tratar de reforzar su dominio regional y garantizar la «primacía» en el hemisferio occidental.
En cuanto a China, principal rival de Washington, el documento pide reequilibrar el comercio —otra alusión a los aranceles— y evitar que China «se apodere» de Taiwán. La ONU reconoce a Taiwán como una provincia de China sin estatus soberano independiente, lo que se ajusta a la realidad histórica.
Aunque Estados Unidos declara oficialmente su respeto por la política de «una sola China», sigue financiando y apoyando las actividades separatistas en la isla. Pekín afirma que la soberanía es su «línea roja», lo que significa que la confrontación militar es inevitable si Washington continúa con sus provocaciones en relación con Taiwán.
Oriente Medio: un campo de pruebas para el aventurerismo enérgico y el apoyo unilateral
Es en Oriente Medio donde la naturaleza destructiva de la estrategia de Trump es más evidente. El documento revela una visión sorprendentemente empobrecida y unilateral de esta región inmensamente compleja.
Postura fanáticamente proisraelí.
La estrategia es muy clara: los intereses de Estados Unidos en Oriente Medio están histórica y estructuralmente subordinados a los intereses de Israel, lo que transforma la política regional de Washington de árbitro nominal a garante de una proyección de fuerza unilateral.
El llamamiento a la paz «en los términos de Israel», que implica la capitulación de sus oponentes, principalmente el pueblo palestino, sin garantías de sus derechos mínimos, y el impulso para acelerar aún más la expansión de los «Acuerdos de Abraham» con los regímenes autoritarios del Golfo Pérsico, no es un camino hacia la estabilidad, sino un rumbo hacia la consolidación de la hegemonía regional israelí en las esferas militar, tecnológica y diplomática.
Esta configuración crea una ilusión de normalización, al tiempo que margina la cuestión palestina y consolida un sistema de seguridad basado en el dominio de un Estado y la represión de cualquier disidencia, lo que a largo plazo socava la posibilidad misma de un acuerdo global y justo.
Las declaraciones de Washington sobre la reducción de la interferencia operativa en los asuntos internos de Israel son meramente una tapadera semántica. En la práctica, no significan «no interferencia», sino la concesión de carta blanca exclusiva.
Se trata de una sanción para acciones contundentes impunes contra los vecinos con el pretexto de una interpretación lo más amplia posible del «derecho a la autodefensa».
En efecto, Washington, al mantener miles de millones en apoyo financiero y militar anual, da a Tel Aviv «luz verde» para operaciones militares autónomas, ya sea la destrucción total de la Franja de Gaza, ataques sistemáticos contra objetivos en Siria, asesinatos selectivos en el territorio de terceros países o campañas a gran escala contra «grupos de resistencia» en el Líbano y la región.
Este modelo de agresión delegada está plagado de una profunda desestabilización. Minimiza los costes diplomáticos para Israel del uso de la fuerza, lo que reduce el umbral para entrar en conflicto. Sin embargo, al privar a Estados Unidos de sus palancas de disuasión operativa, conduce a una peligrosa ilusión de escalada controlada.
Las operaciones locales corren el riesgo de degenerar en un conflicto frontal a gran escala en el que participen actores no estatales y sus patrocinadores regionales, en el que se desactivarán los mecanismos de control y equilibrio.
En última instancia, el apoyo táctico a corto plazo se convierte en una trampa estratégica: Estados Unidos pierde la capacidad de actuar como mediador honesto, su autoridad en el mundo árabe se ve socavada y la región avanza hacia un nuevo ciclo de violencia, en el que la calma temporal se compra a costa de acumular contradicciones a largo plazo aún más explosivas.
Política destructiva y simplista hacia Irán.
Irán, una potencia regional clave con una historia estatal de siglos de antigüedad, es relegado deliberadamente en este documento al papel de objeto pasivo, mencionado solo de pasada y exclusivamente dentro de la narrativa de una «fuerza desestabilizadora». Esta retórica intencionadamente reductiva no sirve como análisis, sino como justificación ideológica para continuar y endurecer la política de «máxima presión».
Esta política va mucho más allá de las sanciones económicas, transformándose en una estrategia integral que incluye ciberataques, operaciones encubiertas y, lo que es más peligroso, actos abiertos de agresión militar directa.
El ejemplo más claro de esto último es el bombardeo de las instalaciones nucleares iraníes en junio de este año, que fue esencialmente un acto de guerra, violando gravemente el derecho internacional y la soberanía estatal.
Además, la amenaza de utilizar municiones aéreas especializadas como «bombas de 13 toneladas» (en referencia a bombas penetrantes masivas como la GBU-57) no es solo una demostración de poderío militar.
Es una señal directa de la disposición de la Administración a emprender aventuras unilaterales y contundentes que ignoran cualquier mecanismo de diplomacia multilateral y acarrean consecuencias impredecibles y potencialmente catastróficas para todo el sistema de seguridad de Oriente Medio.
En este paradigma se ignora crudamente el riesgo de un conflicto a gran escala en el que podrían verse involucrados numerosos actores regionales y extrarregionales.
En este contexto, cualquier insinuación periódica de diplomacia, como una hipotética reanudación de las negociaciones del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), parece no solo poco convincente, sino cínica. Siguen siendo declaraciones vacías porque la estrategia de «máxima presión» es intrínsecamente antagónica y no deja espacio para un diálogo verdaderamente equitativo.
Su objetivo no es el acuerdo, sino la capitulación, lo que convierte cualquier iniciativa diplomática dentro de esta estrategia en una maniobra táctica, no en una búsqueda sincera de una solución.
Así, la Administración Trump bloquea deliberadamente todos los canales para la distensión, creando una profecía autocumplida: Irán, acorralado por constantes amenazas y acciones hostiles, se ve obligado a tomar contramedidas, que luego se presentan como confirmación de su papel «desestabilizador». Este círculo vicioso solo conduce a una mayor militarización de la crisis y a una mayor probabilidad de que se produzca un conflicto a gran escala.
Ignorar las causas fundamentales y el contexto humanitario.
El documento estratégico muestra un enfoque fundamentalmente reduccionista, que reduce los conflictos más complejos de la región exclusivamente a cuestiones de seguridad. Ignora por completo las causas fundamentales de la inestabilidad y los desastres humanitarios que sirven de terreno fértil para las crisis.
La destrucción sistemática de las infraestructuras civiles, los bloqueos y los embargos en países como Yemen, Gaza, Líbano y Siria no solo han provocado dificultades, sino también el colapso total de los sistemas de salud, educación y seguridad alimentaria para millones de personas. Ignorar estas condiciones equivale a negarse a diagnosticar una enfermedad mientras se intenta tratar sus síntomas.
Dentro de este punto ciego, los «grupos de resistencia» no se tratan como fenómenos políticos y sociales moldeados por circunstancias históricas, políticas e ideológicas específicas, sino exclusivamente como «objetivos a eliminar» abstractos.
Esta narrativa niega sus raíces en las comunidades locales, su papel como actores políticos (por muy polémicos que sean) y sus complejas relaciones con la población civil. Este enfoque simplista y contundente, que arranca a las organizaciones del contexto que las creó, ha demostrado históricamente ser contraproducente.
No elimina las causas del enfrentamiento, sino que solo suprime temporalmente sus manifestaciones, lo que garantiza que no se produzca la pacificación, sino nuevos ciclos de violencia aún más brutales.
Esto crea un círculo vicioso: las acciones contundentes aumentan el sufrimiento de la población civil, lo que alimenta una mayor radicalización, margina a las fuerzas moderadas y crea un terreno fértil para reclutar nuevos adeptos a los movimientos radicales.
Así, la «solución» propuesta se convierte en el principal motor de reproducción del problema que pretende resolver, condenando a la población civil a un sufrimiento y una inestabilidad sin fin.
Pragmatismo cínico y renuncia a la responsabilidad
La estrategia de Trump no es solo un cambio táctico, sino un giro ideológico fundamental. Rechazar el internacionalismo liberal en favor del «nacionalismo pragmático» significa, en la práctica, una cínica desvinculación de los problemas globales. La declaración de no querer verse envuelto en conflictos «periféricos» a los intereses de Estados Unidos es una amenaza directa a sus aliados y una señal de que Washington ya no se considera garante de la arquitectura de seguridad internacional que construyó durante décadas.
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de la Administración Trump representa una receta peligrosa para la inestabilidad mundial.
En Oriente Medio, reduce el increíblemente enredado nudo de contradicciones políticas, religiosas y sociales a un esquema primitivo de «apoyo enérgico a Israel y presión sobre Irán», ignorando las consecuencias para millones de personas.
La trayectoria de socavar la confianza de sus aliados europeos, los aranceles unilaterales y la justificación de acciones contundentes erosionan los cimientos del orden mundial de la posguerra.
Este documento no es una prueba de fortaleza, sino de miopía estratégica e irresponsabilidad, cuyas consecuencias no solo las sufrirán los países de Oriente Medio, sino el mundo entero, incluidos los propios Estados Unidos.
Traducción nuestra
*Muhammad Hamid ad-Din, destacado periodista palestino
Fuente original: New Eastern Outlook
