Gordon Duff.
Ilustración: Tomada de News Eastern Outlook
26 de septiembre 2025.
La tan discutida idea del regreso del ejército estadounidense al aeródromo de Bagram no es tanto una estrategia genuina como un espejismo geopolítico, diseñado para distraer la atención del verdadero objetivo de Washington: el puerto pakistaní de Gwadar.
Introducción
Este artículo analiza el reciente resurgimiento del debate en torno al posible regreso del ejército estadounidense al aeródromo de Bagram, en Afganistán, no como un auténtico giro estratégico, sino como una calculada maniobra geopolítica.
Sostiene que la narrativa de Bagram sirve principalmente como una distracción y una herramienta de presión dirigida a Rusia, China y las potencias árabes regionales, mientras que el verdadero objetivo estratégico de Estados Unidos se encuentra a 1500 kilómetros al sureste: el puerto de aguas profundas de Gwadar, en la provincia pakistaní de Baluchistán.
Controlado por China en el marco del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), Gwadar representa el eje central de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI) de Pekín y un nodo crítico para la seguridad energética y el dominio regional.
Estados Unidos, consciente de ello, no solo busca contrarrestar la influencia de China, sino también desmantelarla activamente desestabilizando Pakistán, fracturando Baluchistán y, en última instancia, tomando el control de Gwadar para proyectar su poder contra Irán y contener las ambiciones marítimas chinas.
Esta estrategia se contextualiza en el marco más amplio de la extralimitación imperialista de Estados Unidos, la instrumentalización de las alianzas (como se ha visto en la traición a Qatar) y la explotación cínica de las líneas divisorias regionales.
El documento concluye que el rechazo del Emirato Afgano a Bagram no es solo una cuestión de vergüenza histórica, sino una evaluación racional de las consecuencias catastróficas que tal medida acarrearía, ya que supone la última y frágil barrera contra una avalancha de caos provocado desde el exterior.
«Al decir “no”, el Emirato no solo protege su propia soberanía, sino que evita que caiga la primera ficha de una reacción en cadena que conduciría a la desestabilización de Pakistán, la fractura de Baluchistán, la toma de Gwadar y una nueva guerra catastrófica contra Irán».
I. El espejismo de Bagram: distracción, disuasión e influencia diplomática
La invocación repentina, casi nostálgica, del aeródromo de Bagram como un centro militar viable para Estados Unidos es una lección magistral de desviación estratégica.
Sugerir que Estados Unidos, tras retirar sus fuerzas en 2021 después de dos décadas de guerra costosa e inconclusa, ahora busca restablecer una guarnición permanente en un país que abandonó oficialmente, es ignorar las lecciones fundamentales de esa retirada y el cálculo estratégico global actual.
- La maniobra de distracción: La función principal de la narrativa de Bagram es desviar la atención. Para Rusia, envuelta en Ucrania y recelosa de la invasión estadounidense en su esfera de influencia tradicional, el espectro de la reaparición de las tropas estadounidenses en Asia Central es un potente desencadenante psicológico. Obliga a Moscú a considerar la reapertura de un frente sur, lo que agota sus recursos y su atención. Para China, la narrativa sirve como una finta. Mientras la mirada de Pekín se dirige momentáneamente hacia el norte, a Afganistán, los estrategas estadounidenses tienen vía libre para centrar sus esfuerzos reales en el flanco marítimo sur: el océano Índico y el estrecho de Ormuz, donde Gwadar se erige como un arma cargada apuntando a la yugular energética de Pekín. La charla sobre Bagram es ruido, diseñado para enmascarar el movimiento silencioso y letal de las piezas en el tablero de ajedrez real.
- La influencia árabe: La función secundaria es la diplomacia coercitiva dirigida a los Estados árabes del Golfo, en particular a Arabia Saudí. El mensaje es implícito, pero claro: “Si nuestra presencia os resulta molesta, si os irrita el coste de nuestra ‘protección’, recordad Bagram. Tenemos alternativas. Podemos cambiar nuestro enfoque, nuestros recursos y nuestras alianzas. Vuestra seguridad no está garantizada; es transaccional”. No se trata de una oferta de colaboración, sino de una amenaza de abandono disfrazada de flexibilidad estratégica. Es un recordatorio de que Estados Unidos tiene las cartas en la mano y puede jugarlas donde le plazca, dejando a las potencias regionales en un estado de desequilibrio y dependencia perpetuos.
- La imposibilidad afgana: Como señala acertadamente el informe, las dificultades prácticas de restablecer Bagram son insuperables en las condiciones actuales. El Emirato Afgano, nacido de la resistencia a la ocupación extranjera, nunca consentiría una regresión histórica tan profunda. La cadena logística —líneas de suministro a través de territorio hostil o inestable, la necesidad de una infraestructura de apoyo vasta y vulnerable, el requisito de una cooperación local que simplemente no existe— es una fantasía. El complejo militar-industrial estadounidense puede anhelar los lucrativos contratos, los “locos por los contratos” pueden salivar ante la perspectiva, pero la realidad sobre el terreno lo hace nulo. La negativa del Emirato no es una debilidad, es la única opción racional y soberana que tiene a su disposición.
La narrativa de Bagram, por lo tanto, es una historia de fantasmas contada para asustar a los niños y manipular a los adultos.
Es un espectáculo de sombras chinescas, diseñado para mantener al público mirando a la pared mientras el titiritero orquesta un drama mucho más trascendental en otro lugar.
II. Gwadar: el corazón arterial de la nueva Ruta de la Seda y el objetivo de la ambición estadounidense
Mientras que Bagram es un fantasma, Gwadar es carne, sangre y acero. Su importancia no puede ser exagerada. Situado en la desembocadura del Golfo Pérsico, cerca del estrecho de Ormuz, el puerto de Gwadar es la joya de la corona del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), que a su vez es el proyecto insignia de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI) de China. Su valor estratégico es multidimensional:
- Vía de suministro económico: Gwadar proporciona a China una ruta alternativa vital para sus importaciones de energía, evitando el estrecho de Malaca, un posible punto de estrangulamiento controlado por los aliados de Estados Unidos. El petróleo y el gas procedentes de Oriente Medio pueden ahora descargarse en Gwadar y transportarse por tierra al oeste de China a través de redes de carreteras y ferrocarriles, lo que reduce drásticamente el tiempo de tránsito y la vulnerabilidad.
- Proyección militar: Las capacidades de aguas profundas y la ubicación estratégica del puerto lo convierten en una plataforma ideal para que la Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN) proyecte su poder en el océano Índico, desafiando el dominio naval de Estados Unidos y asegurando las líneas de comunicación marítimas de China. Aunque oficialmente es un puerto comercial, su potencial de doble uso es innegable y una fuente de profunda inquietud en Washington y Nueva Delhi.
- Ancla geopolítica: Gwadar es el punto de anclaje de la influencia de China en el sur de Asia. Une más estrechamente a Pakistán con Pekín, creando un poderoso contrapeso a la India y ampliando la profundidad estratégica de China. Es un símbolo tangible del cambio en el orden mundial, en el que la infraestructura económica se convierte en la nueva moneda del poder geopolítico.
Es precisamente esta importancia la que convierte a Gwadar en el verdadero objetivo de la estrategia estadounidense.
El objetivo de Estados Unidos no es simplemente ‘competir’ con China en la región, sino paralizar su activo más importante en el extranjero. La distracción de Bagram es un juego de manos; el cuchillo apunta directamente al corazón de Gwadar.
III. El precedente de Qatar: la traición como estrategia y la forja de nuevas alianzas
Para comprender la crueldad del enfoque estadounidense, basta con mirar al pasado reciente y al caso de Qatar. La referencia inmediata es el bombardeo de Qatar por parte de Israel, supuestamente para atacar a los negociadores de Hamás, y el posterior fracaso de Estados Unidos a la hora de proteger a su aliado, un fracaso tan flagrante que implicó la desactivación deliberada de las defensas aéreas de Qatar, supuestamente bajo la dirección del expresidente Trump.
No se trata de una mera especulación, sino de un patrón. Estados Unidos tiene una larga historia de sacrificar a sus aliados cuando estos dejan de servir a sus intereses inmediatos o cuando un objetivo estratégico mayor lo exige. La traición a los kurdos en Siria, el abandono de Vietnam del Sur y, ahora, el sacrificio calculado de Qatar, son todos capítulos de este sombrío libro de texto.
- La lección para Arabia Saudí: El incidente de Qatar provocó una onda expansiva en todo el Golfo. Si Estados Unidos puede traicionar con tanta indiferencia a un aliado clave, un importante comprador de armas estadounidenses e incluso un benefactor personal de su expresidente (el avión regalado), entonces nadie está a salvo. Este es el crisol en el que se forjó la decisión de Arabia Saudí de buscar una alianza nuclear con Pakistán. No es un acto de agresión, sino un acto de desesperada autoconservación. Riad entiende que su seguridad no puede externalizarse a una potencia que considera las alianzas como conveniencias desechables. Estados Unidos creó este monstruo y ahora debe lidiar con él.
- La fractura de la “alianza”: Por lo tanto, la estrategia de Estados Unidos no es fortalecer sus alianzas regionales, sino fracturarlas deliberadamente. Al empujar a Arabia Saudí hacia Pakistán, crea un nuevo eje, intrínsecamente inestable y potencialmente hostil a los intereses estadounidenses. No se trata de un error, sino de una característica. Una región fracturada y desconfiada es más fácil de manipular, de enfrentar entre sí y, en última instancia, de dominar. Estados Unidos no quiere aliados fuertes e independientes, sino Estados clientes dependientes y competidores.
La traición a Qatar es el modelo que seguir. Demuestra que Estados Unidos está dispuesto a sacrificar cualquier relación, cualquier superioridad moral, cualquier apariencia de fiabilidad, en pos de sus objetivos estratégicos. Gwadar es simplemente el siguiente objetivo, más grande, de esa lista.
IV. La jugada de Baluchistán: la desestabilización como camino hacia la dominación
Si Gwadar es el premio, entonces Baluchistán es el campo de batalla. La provincia más grande de Pakistán, rica en recursos, pero empobrecida y marginada, ha sido durante mucho tiempo un polvorín de sentimientos separatistas étnicos. Estados Unidos, en colaboración con Israel, no busca calmar estas tensiones, sino que las aviva activamente.
- La estrategia del caos: El objetivo es claro: fomentar suficiente agitación, suficiente violencia, suficientes “actividades armadas” en Baluchistán para justificar la intervención externa. Al apoyar los movimientos separatistas, financiar a los grupos disidentes y amplificar las narrativas sobre el fracaso del Estado pakistaní, Estados Unidos e Israel pretenden crear una crisis humanitaria y de seguridad tan grave que la comunidad internacional —o, más exactamente, una coalición liderada por Estados Unidos— se vea “obligada” a intervenir. Se trata de la doctrina de la “responsabilidad de proteger”, utilizada como arma para obtener beneficios imperiales.
- Romper Pakistán: El objetivo final no es solo controlar Gwadar, sino romper el propio Pakistán. Un Pakistán fracturado, con un Baluchistán ‘libre bajo la tutela occidental, sería una catástrofe geopolítica para China, ya que cortaría su conexión terrestre con el mar Arábigo y paralizaría el CPEC. También serviría para debilitar permanentemente a un Estado con armas nucleares que, en ocasiones, ha mostrado un grado incómodo de independencia respecto a Washington.
- El final de Irán: Con Baluchistán desestabilizado y Gwadar bajo su control, Estados Unidos dispondría de una plataforma sin igual desde la que lanzar operaciones contra Irán. La proximidad de Gwadar a la frontera iraní lo convierte en un punto de partida ideal para la recopilación de información, las acciones encubiertas y, si fuera necesario, los ataques militares. Los “planes de guerra estadounidenses” a los que se refiere el mensaje no son especulaciones ociosas, sino la conclusión lógica y aterradora de esta estrategia. Estados Unidos busca rodear a Irán, apretar el cerco, y Gwadar es el nudo final y crucial.
Esto no es una estrategia, es un incendio provocado. Es prender fuego deliberadamente con la esperanza de que, en el caos resultante, se pueda arrebatar lo único que realmente se desea de la casa en llamas.
V. El núcleo hueco: la extralimitación imperial y el espejismo del control
Bajo las capas de maniobras geopolíticas se esconde una verdad más profunda: la estrategia es fundamentalmente errónea. Es el producto de un imperio en declive, que arremete con las únicas herramientas que conoce —la coacción, el engaño y la violencia— en un mundo cada vez más resistente a ellas.
- La ley de las consecuencias no deseadas: la historia está plagada de los restos de imperios que creían poder controlar el caos que ellos mismos desataron. La invasión estadounidense de Irak, destinada a crear un faro democrático, dio lugar al nacimiento del ISIS. El armamento de los muyahidines en Afganistán para luchar contra los soviéticos dio lugar al surgimiento de Al Qaeda. La desestabilización de Libia creó una crisis migratoria y un refugio para los extremistas. El intento de fracturar Pakistán y apoderarse de Gwadar desatará fuerzas que superarán con creces la capacidad de control de Washington. No creará un Baluchistán estable y alineado con Estados Unidos, sino un Estado fallido, un caldo de cultivo para el extremismo y una fuente permanente de inestabilidad regional que acechará al mundo durante generaciones.
- La resiliencia de la soberanía: La negativa del Emirato Afgano a acoger Bagram es una prueba del poder perdurable de la soberanía nacional, incluso en sus formas más frágiles. Del mismo modo, Pakistán, a pesar de todos sus retos internos, no es un Estado títere. Su aparato militar y de inteligencia es sofisticado y profundamente consciente de las amenazas a las que se enfrenta. No entregarán Gwadar sin luchar, y esa lucha será sangrienta, prolongada y devastadora.
- El auge del mundo multipolar: Estados Unidos ya no es la hiperpotencia indiscutible que era en la década de 1990. China, Rusia, India y los bloques regionales son cada vez más asertivos. El intento de apoderarse de Gwadar no quedará sin respuesta. Desencadenará un reajuste global, empujando a más naciones a los brazos de Pekín y Moscú, acelerando el orden mundial multipolar que Washington trata de impedir.
La estrategia Bagram-Gwadar es una jugada desesperada de una potencia que ha perdido el rumbo. Confunde el ruido con el poder, la distracción con la estrategia y la destrucción con el control. Es el aleteo de un gigante cuyos pies de barro comienzan a desmoronarse.
VI. Conclusión: la última presa y la inundación que se avecina
La negativa del Emirato Afgano a permitir el regreso de Estados Unidos a Bagram es más que una decisión política; es un acto de profunda, aunque involuntaria, importancia mundial.
Es la última y frágil presa que contiene una inundación de caos provocado desde el exterior. Al decir ‘no’, el Emirato no solo está protegiendo su propia soberanía, sino que está evitando que caiga la primera ficha de dominó en una reacción en cadena que conduciría a la desestabilización de Pakistán, la fractura de Baluchistán, la toma de Gwadar y una nueva guerra catastrófica contra Irán.
La elección que se le plantea al mundo es clara. Puede permitir que Estados Unidos continúe con su estrategia de distracción y destrucción, persiguiendo fantasmas en Afganistán mientras trama la vivisección de Pakistán.
O puede reconocer la narrativa de Bagram por lo que es, un espejismo, y enfrentarse a la verdadera y aterradora ambición que se esconde detrás de ella.
El camino del imperio solo conduce a la ruina. El camino de la soberanía, del respeto a la integridad de las naciones, de la diplomacia por encima de la desestabilización, es el único camino que conduce a la paz.
El Emirato ha elegido su camino. La pregunta ahora es si el resto del mundo tendrá el valor de seguirlo.
Traducción nuestra
*Gordon Duff es un exdiplomático de la ONU que ha prestado servicio en Oriente Medio y África; un veterano de combate de la Marina en la guerra de Vietnam que ha trabajado en cuestiones relacionadas con los veteranos y los prisioneros de guerra durante décadas; y consultor de gobiernos que se enfrentan a problemas de seguridad
Fuente original: News Eastern Outlook
