LA CUMBRE DE LA OCS EN TIANJIN ABRE UNA VENTANA AL NUEVO MUNDO MULTIPOLAR. Roberto Iannuzzi.

Roberto Iannuzzi.

Foto: Putin, Modi y Xi Jinping en la Cumbre de la OCS en Tianjin (Kremlin.ru, CC BY 4.0)

05 de septiembre 2025.

Los acontecimientos de la cumbre han puesto de manifiesto el potencial y los riesgos de un nuevo orden que se refuerza a la par que el tumultuoso declive de un Occidente cada vez más perdido y paranoico.


Mientras Occidente está absorto en las turbulencias de las relaciones transatlánticas y en un creciente declive económico y político, China ha reunido a un nutrido grupo de líderes no occidentales en la ciudad septentrional de Tianjin, situándose al frente de un “Sur Global” cada vez más decidido a hacer oír su voz en los asuntos internacionales.

Los veintisiete líderes se reunieron a partir del 31 de agosto para celebrar la 25.ª Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), durante la cual el presidente chino Xi Jinping pidió una nueva era de gobernanza global que proteja a los países en desarrollo y se oponga a las políticas coercitivas occidentales y al enfrentamiento entre bloques opuestos.

La SCO nació en 2001, está gobernada por el Consejo de Jefes de Estado, que se reúne anualmente, e incluye una Estructura Regional Antiterrorista (RATS, según el acrónimo inglés). Esta estructura tiene su origen en el grupo de los Cinco de Shanghái (China, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán), constituido en 1996 para resolver disputas fronterizas y contrarrestar las injerencias externas en la región de Asia Central.

A los Cinco de Shanghái se han ido sumando a lo largo de los años Uzbekistán (coincidiendo con el nacimiento de la OCS), India y Pakistán (en 2017), Irán (2023) y Bielorrusia (2024).

A los diez miembros de la Organización se suman dos Estados “observadores” (Mongolia y Afganistán) y catorce “socios de diálogo” (Arabia Saudí, Armenia, Azerbaiyán, Baréin, Camboya, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Maldivas, Myanmar, Nepal, Qatar, Sri Lanka y Turquía).

En Tianjin, Laos también se unió a este último grupo, lo que elevó a 27 el número total de países participantes.

Crítica del orden internacional actual

En la cumbre, Xi Jinping y su invitado de honor, el presidente ruso Vladimir Putin, promovieron la visión de un nuevo mundo multipolar y pidieron a toda la comunidad global que dejara atrás la era colonial y la “mentalidad de la Guerra Fría”.

Los países del Sur Global, ampliamente representados en Tianjin, nutren un creciente resentimiento hacia el orden mundial liderado por Estados Unidos, en el que Occidente dicta las reglas al resto del mundo y castiga a quienes no se ajustan a ellas con sanciones económicas e intervenciones militares.

En su discurso, el presidente chino recordó que este año se cumple el 80.º aniversario de la victoria en la “guerra mundial contra el fascismo” y de la fundación de las Naciones Unidas.

“Ochenta años después”, señaló Xi Jinping,

persisten las sombras de la mentalidad de la Guerra Fría, el hegemonismo y el proteccionismo, y siguen surgiendo nuevos retos y amenazas. El mundo ha entrado en una nueva fase de turbulencias y cambios, y la gobernanza global se encuentra de nuevo en una encrucijada».

A este respecto, el diario chino Global Times aclaró además que:

Las instituciones internacionales existentes han mostrado tres deficiencias. En primer lugar, una grave infrarrepresentación del Sur del mundo. El auge colectivo de los mercados emergentes y los países en desarrollo exige un refuerzo de la representación del Sur del mundo y la corrección de injusticias históricas.

 En segundo lugar, la erosión de la autoridad. Los objetivos y principios de la Carta de las Naciones Unidas no se han respetado efectivamente. Las resoluciones del Consejo de Seguridad han sido ignoradas.

Las sanciones unilaterales, entre otras prácticas, han violado el derecho internacional y trastornado el orden mundial. En tercer lugar, la urgente necesidad de una mayor eficacia. La aplicación de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible lleva un grave retraso.

Cuestiones como el cambio climático y la brecha digital son cada vez más relevantes. Existen lagunas de gobernanza en nuevas fronteras como la inteligencia artificial (IA), el ciberespacio y el espacio extraatmosférico”.

Una nueva gobernanza mundial

Para remediar estos problemas, el presidente chino ha lanzado la Iniciativa de Gobernanza Global (la cuarta iniciativa global propuesta por China después de la Iniciativa de Desarrollo Global, la Iniciativa de Seguridad Global y la Iniciativa de Cultura Global).

En su discurso, Xi Jinping resumió esta iniciativa en cinco puntos:

En primer lugar, debemos adherirnos al principio de igualdad soberana. Debemos defender que todos los países, independientemente de su tamaño, fuerza y riqueza, sean participantes, decisores y beneficiarios en igualdad de condiciones de la gobernanza global. Debemos promover una mayor democracia en las relaciones internacionales y aumentar la representación y la voz de los países en desarrollo.

En segundo lugar, debemos respetar el derecho internacional. Los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y otras normas fundamentales universalmente reconocidas en materia de relaciones internacionales deben respetarse de manera completa, en su totalidad. El derecho y las normas internacionales deben aplicarse de manera equitativa y uniforme. No debe haber doble rasero y las normas internas de algunos países no deben imponerse a otros.

En tercer lugar, debemos practicar el multilateralismo. Debemos apoyar la visión de una gobernanza global caracterizada por amplias consultas y contribuciones conjuntas en beneficio de todos, reforzar la solidaridad y la coordinación y oponernos al unilateralismo. Debemos salvaguardar firmemente el estatus y la autoridad de las Naciones Unidas y garantizar su papel clave e insustituible en la gobernanza global.

En cuarto lugar, debemos promover un enfoque centrado en las personas. Debemos reformar y mejorar el sistema de gobernanza global para garantizar que los ciudadanos de todas las naciones sean actores y beneficiarios de dicho sistema, a fin de abordar mejor los retos comunes de la humanidad, reducir mejor la brecha entre el Norte y el Sur y salvaguardar mejor los intereses comunes de todos los países.

En quinto lugar, debemos centrarnos en la adopción de medidas concretas. Debemos adoptar un enfoque sistemático y holístico, coordinar las acciones globales, movilizar plenamente los diversos recursos y esforzarnos por obtener resultados más visibles. Debemos reforzar la cooperación práctica para evitar que el sistema de gobernanza se quede atrás o se fragmente.

Como se desprende de estos puntos, aunque promueve una nueva visión de las relaciones internacionales, China no tiene intención de renunciar a algunos de los pilares del orden mundial actual, incluida la centralidad de la ONU (aunque parcialmente reformada), a pesar de los problemas y defectos que afectan a esta organización y a algunos de sus programas específicos, como la Agenda 2030, a la que se ha adherido Pekín.

Queda por ver si será posible hacer realidad los principios de paridad, igualdad y cooperación mutuamente beneficiosa que caracterizan la visión sino-rusa del nuevo mundo multipolar, o si este acabará caracterizándose por nuevas rivalidades.

La Declaración de Tianjin

En cualquier caso, estos principios se incluyeron en la Declaración de Tianjin, al término de la cumbre.

En ella se lee que “promover la construcción de un nuevo tipo de relaciones internacionales basadas en el respeto mutuo, la equidad y la justicia, y la cooperación mutuamente beneficiosa…tiene un importante significado práctico”, junto con la promoción de una “comunidad con un futuro compartido para la humanidad” (un concepto muy querido por Xi Jinping) y el avance de un diálogo basado en el concepto de “Una Tierra, una familia, un futuro”.

La inclusión de este último concepto constituye una clara apertura a la India, que lo introdujo en el G20 que presidió en 2023. Sin embargo, esta visión presenta ambigüedades (en referencia al modelo capitalista actual) no muy diferentes de las de la Agenda 2030.

La declaración se distingue además por una firme condena de la “agresión militar lanzada por Israel y Estados Unidos contra Irán en junio de 2025”, subrayando que

estas acciones agresivas contra instalaciones civiles, incluidas infraestructuras nucleares básicas, han causado víctimas entre la población civil, infringen gravemente las normas del derecho internacional y los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, violan la soberanía y la integridad territorial de Irán, comprometen la seguridad regional e internacional y tienen graves consecuencias para la paz y la estabilidad mundiales.

Estas palabras constituyen una clara expresión de solidaridad con Irán (miembro de la OCS desde 2023) y una condena inequívoca de Israel y Estados Unidos, a los que se menciona explícitamente.

La peculiaridad de esta postura destaca aún más si se compara con las palabras mucho más matizadas utilizadas en la declaración en referencia a la tragedia de Gaza. En este caso, se manifiesta preocupación sin formular, sin embargo, una condena tan clara de Israel (y mucho menos de Estados Unidos):

Los Estados miembros reiteran su profunda preocupación por la continua escalada del conflicto israelo-palestino y condenan firmemente las acciones que han causado numerosas víctimas civiles y desastres humanitarios en Gaza.

Los Estados miembros subrayan la necesidad de alcanzar un alto el fuego global y duradero lo antes posible, garantizar el acceso de la ayuda humanitaria a Gaza e intensificar los esfuerzos para garantizar la paz, la estabilidad y la seguridad a los residentes de la región”.

La declaración afirma además que “la única manera de garantizar la paz y la estabilidad en Oriente Medio es una solución global y justa a la cuestión palestina”, sin hacer referencia, sin embargo, a la solución de dos Estados.

Las lecciones de la historia

Las referencias del presidente chino y de la Declaración de Tianjin al 80.º aniversario de la victoria en la “guerra mundial contra el fascismo” encontraron un eco muy concreto y una continuidad discursiva el 3 de septiembre en el imponente desfile militar para celebrar el “Día de la Victoria” contra la ocupación japonesa al final de la Segunda Guerra Mundial.

A las celebraciones asistieron más de 20 jefes de Estado y de Gobierno extranjeros, entre ellos el presidente bielorruso Alexander Lukashenko, el iraní Masoud Pezeshkian, los líderes de las repúblicas centroasiáticas, el primer ministro pakistaní Shehbaz Sharif, el primer ministro eslovaco Robert Fico y el presidente serbio Aleksandar Vucic (definidos por Foreign Policy como “los dos únicos líderes occidentales presentes en el evento”), el líder norcoreano Kim Jong Un y el presidente ruso Vladimir Putin.

Estos dos últimos aparecieron a la izquierda y a la derecha de Xi en los momentos clave de la conmemoración.

Ante los líderes alineados, desfilaban por la plaza de Tiananmen miles de soldados y las armas más sofisticadas del ya modernísimo arsenal chino (misiles hipersónicos, armas láser, drones submarinos).

En su breve discurso para la ocasión, Xi Jinping destacó que la resistencia china contra la invasión japonesa fue un componente fundamental de la Segunda Guerra Mundial.

Los historiadores chinos y rusos insisten en subrayar que China y Rusia desempeñaron un papel clave en la victoria contra el nazifascismo durante la Segunda Guerra Mundial y pagaron, con creces, el precio más alto.

Mientras que en Occidente se suele recordar Pearl Harbor, el desembarco de Normandía o la batalla de Stalingrado, los frentes orientales fueron igualmente decisivos y mucho más sangrientos.

Para China, la guerra comenzó incluso en 1931, cuando Japón invadió Manchuria, y según los historiadores chinos, hasta 35 millones de sus compatriotas perecieron en el conflicto.

En la actual confrontación por la redefinición del equilibrio mundial, la memoria histórica es en sí misma un campo de batalla, en cuyo terreno China, Rusia y el Sur global están decididos a corregir las deformaciones de la historiografía occidental.

Xi Jinping ha subrayado que “la humanidad se enfrenta de nuevo a una elección entre la paz y la guerra, el diálogo y el enfrentamiento, los resultados mutuamente beneficiosos o los juegos de suma cero”, y ha añadido que “el pueblo chino se sitúa firmemente del lado correcto de la historia y del progreso de la civilización humana, se adhiere al camino del desarrollo pacífico y trabaja codo con codo con los pueblos de todos los países para construir una comunidad con un futuro compartido para la humanidad”.

Afirmó que todos los grupos étnicos de China deben implementar el “socialismo con características chinas” y unirse para “promover el desarrollo de China como nación fuerte y lograr la renovación nacional a través de una modernización al estilo chino”.

Y concluyó proclamando que “la gran renovación de la nación china es imparable” y que “la noble causa de la paz y el desarrollo para la humanidad sin duda triunfará”.

Los occidentales ven los músculos, no la mano tendida

Pero en Occidente la atención no se centró en las palabras del presidente chino, sino en el poderío militar que exhibió Pekín, tanto para destacar que la tecnología militar del gigante asiático es ahora superior a la occidental en muchos campos, como para alimentar el fantasma de la “amenaza china”.

Por ejemplo, Jennifer Parker, especialista en estudios navales de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Canberra, ha afirmado que “no se organiza un desfile como este para conmemorar el fin de la Segunda Guerra Mundial”, sino “para demostrar el propio poderío, y se eligen las capacidades que se exhiben en el desfile para transmitir un mensaje específico”.

El presidente estadounidense Donald Trump resumió de manera tan cruda como franca el pensamiento de muchos comentaristas occidentales escribiendo en Truth (su red social favorita):

Que el presidente Xi y el maravilloso pueblo chino disfruten de un gran y duradero día de fiesta. Por favor, transmitan mis más sinceros saludos a Vladimir Putin y Kim Jong Un, mientras conspiran contra los Estados Unidos de América.

Por su parte, la alta representante de la UE para la política exterior, Kaja Kallas, describió la reunión de los tres líderes como un

desafío directo al sistema internacional basado en normas… No es solo simbólico. La guerra de Rusia en Ucrania se ve alimentada por el apoyo chino.

Pocos en Occidente se han detenido a recordar cómo fueron las decisiones políticas estadounidenses las que favorecieron el rearme chino y el acercamiento entre Rusia, China y Corea del Norte.

Cambian los equilibrios energéticos euroasiáticos

Otro acuerdo potencialmente trascendental consolida la cada vez más estrecha amistad entre Moscú y Pekín: la tan esperada firma, el pasado 2 de septiembre, del memorando para la construcción del gasoducto Power of Siberia 2, un imponente proyecto destinado a redefinir los flujos energéticos del continente euroasiático.

Aunque aún no se han definido los costes y los plazos de construcción, una vez finalizado, el gasoducto de 50 000 millones de metros cúbicos al año transportará a China, a través de Mongolia, el gas procedente de los yacimientos que en el pasado alimentaban las industrias y calentaban los hogares de los países europeos.

Una vez que Power of Siberia 2 entre en funcionamiento, las exportaciones rusas de gas a través de los gasoductos hacia China ascenderán a unos 106 000 millones de metros cúbicos al año, una cifra inferior a los aproximadamente 160 000 millones que Moscú exportaba a Europa antes del conflicto ucraniano.

Y Rusia ganará menos por los mismos volúmenes de gas porque China lo comprará a precios inferiores a los que pagaban los europeos en el pasado. No obstante, Moscú tendrá un cliente estable.

Teniendo en cuenta también las cuotas de gas natural licuado (GNL), Pekín comprará a Rusia aproximadamente una quinta parte de sus necesidades. Con ello, la consolidación del giro ruso hacia Asia parece aún más definitiva.

Por el contrario, Europa tendrá que hacer frente a los precios extremadamente más elevados del GNL suministrado por países como Estados Unidos y Qatar, y a unos suministros intrínsecamente más inestables que los garantizados por los gasoductos.

Ante la creciente integración de Asia, Europa se perfila cada vez más como una extensión aislada de los circuitos energéticos y comerciales de la masa euroasiática por haber decidido someterse a las decisiones políticas estadounidenses.

Triángulo Rusia-India-China

Otro golpe al equilibrio mundial lo representa la primera visita (en siete años) del primer ministro indio Narendra Modi a China, con motivo de la cumbre de Tianjin. El amistoso encuentro entre Modi y Xi Jinping marca una distensión en las relaciones entre ambos países, favorecida por la guerra arancelaria de Trump.

Este último ha impuesto aranceles del 50 % a Nueva Delhi, culpable de comprar cantidades crecientes de petróleo ruso (ahora un tercio de las importaciones indias). Modi no ha digerido bien este golpe bajo, sobre todo teniendo en cuenta que China, el primer importador de fuentes de energía rusas, se ha librado de una sanción similar.

La respuesta india ha sido estrechar aún más las relaciones con Moscú y abrir un diálogo con Pekín. La llegada de Modi a Tianjin fue precedida por la visita del ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, a Nueva Delhi.

En esa ocasión, los dos países firmaron un memorando de entendimiento en el que se comprometían a resolver las disputas fronterizas mediante consultas amistosas.

Sin embargo, la apertura de Nueva Delhi hacia Pekín sigue siendo parcial. La India sigue siendo el único país de la OCS que no apoya la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda china. Y Modi quiso hacer una parada en Japón antes de viajar a Tianjin.

El verdadero ganador del enfriamiento de las relaciones entre Nueva Delhi y Washington es Vladimir Putin, quien, al reforzar aún más los lazos con la India, encuentra en el continente asiático un contrapeso que le permite no depender exclusivamente de Pekín.

La guinda del pastel de la cumbre de Tianjin fue el anuncio de la creación del Banco de Desarrollo de la OCS, una institución que contribuirá a aislar a los miembros de la organización de los cada vez más arriesgados intercambios denominados en dólares.

En conjunto, los acontecimientos que se desarrollaron en torno a la cumbre pusieron de manifiesto el potencial y los riesgos de un mundo multipolar que se fortalece a la par que el tumultuoso declive de un Occidente cada vez más perdido y paranoico.

Traducción nuestra


*Roberto Iannuzzi es analista independiente especializado en Política Internacional, mundo multipolar y (des)orden global, crisis de la democracia, biopolítica y «pandemia new normal».

Fuente original: Intelligence for the people

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