EL FRACASO DEL SNAPBACK Y EL COLAPSO DE LA LEGITIMIDAD MULTILATERAL. Peiman Salehi.

Peiman Salehi.

Foto: El exsecretario de Estado estadounidense Colin Powell sostiene un frasco que, según él, podría contener ántrax, mientras presenta pruebas de los supuestos programas de armas de Irak ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Crédito de la foto: Elise Amendola.

05 de agosto 2025.

La constatación de que creer en el orden mundial existente no solo es ingenuo, sino peligroso.


Cuando las potencias europeas de Alemania, Francia y el Reino Unido amenazaron con activar el ‘snapback’ (mecanismo de restablecimiento automático de sanciones) contra Irán en 2025, la mayoría de los titulares limitaron la noticia a un marco familiar: incumplimiento nuclear, fracaso diplomático, otra escalada en Oriente Medio.

Pero para el resto del mundo, en particular el Sur Global, este momento tiene un significado muy diferente. No se interpreta como una disputa técnica sobre las obligaciones de un tratado.

Se interpreta como una confirmación. Una confirmación de que el derecho internacional ya no es un marco compartido, sino un teatro de aplicación selectiva en el que los instrumentos jurídicos no se utilizan para defender la justicia, sino para gestionar la desobediencia.

El mecanismo de restablecimiento automático de sanciones, incorporado en la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, permite a cualquier signatario del JCPOA (Plan de Acción Integral Conjunto) restablecer unilateralmente las sanciones multilaterales sin necesidad de una nueva votación, si considera que Irán no cumple con el acuerdo.

No se requiere consenso. No se necesitan pruebas actualizadas. La interpretación de un Estado se convierte en la base para un castigo global.

La Agencia Internacional de Energía Atómica ha concluido en repetidas ocasiones que no hay pruebas de que Irán esté fabricando armas nucleares. Sin embargo, eso ha resultado irrelevante.

La invocación de la cláusula de retorno por parte de Occidente no se basa en el derecho en ningún sentido ético. Es un ritual de la ley de la dominación, no como principio, sino como actuación.

El ritual de la traición: de Bagdad a Trípoli

Esta actuación no es nueva. El Sur Global la ha visto desarrollarse una y otra vez.

El Irak de Sadam Husein fue objeto de una de las invasiones más destructivas del siglo XXI, justificada por armas de destrucción masiva que nunca existieron.

La Libia de Muamar el Gadafi desmanteló su programa nuclear, normalizó sus relaciones con Occidente y posteriormente fue bombardeada por la OTAN hasta sumirla en el caos.

Ninguno de los dos casos fue un accidente. Ambos fueron el resultado de una lógica que considera la cooperación internacional como algo desechable una vez que expira su utilidad estratégica.

Irán se enfrenta ahora al mismo guion: cumplir, ser sancionado; resistir, ser aislado. No existe ningún camino hacia la confianza porque la arquitectura de la “confianza” está diseñada para colapsar cuando ya no sirve a Occidente.

La lección para el resto de nosotros es escalofriante: ninguna cooperación legal te protege de convertirte en desechable.

El snapback no es una tecnicidad. Es un mecanismo de memoria, un recordatorio de cómo ha funcionado el derecho internacional durante las últimas cinco décadas.

La función del snapback no es limitar el poder, sino dignificarlo. Aporta textura moral a la coacción militar. Da forma ritual al cambio de régimen.

Y lo peor de todo es que preserva la ilusión de justicia mientras la vacía de contenido, al tiempo que acusa al Sur Global de incoherencia y autoritarismo, incluso cuando Occidente trafica con sus propias contradicciones institucionales.

El momento de la verdad para el Sur Global

Por eso el mecanismo de snapback tiene una importancia que va mucho más allá de Irán. Es un espejo para todos los Estados poscoloniales que alguna vez esperaron que el derecho internacional sirviera como salvaguarda neutral. Lo que demuestra el snapback es que el concepto mismo de neutralidad ha muerto (y tal vez siempre lo estuvo).

En África, América Latina, el Sudeste Asiático y Asia Occidental, muchos Estados consideran ahora que el orden internacional basado en normas es fundamentalmente poco fiable.

Los acuerdos pueden revocarse unilateralmente. La cooperación, por muy amplia que sea, no garantiza la protección. El desarme no trae la paz. La alineación no produce seguridad.

No se trata de una lectura paranoica. Es la lectura que exige la historia. Los casos de Gadafi y Hussein no son recuerdos lejanos, son advertencias escritas con sangre.

Incluso Ucrania, a la que se le prometió la protección de la OTAN, se vio abandonada a su suerte frente a Rusia. Occidente entregó armas, pero no seguridad, y sigue insistiendo en llamar a esto ‘solidaridad’. Lo que importa no es si estos países cumplieron las normas, sino si sirvieron a los intereses occidentales en el momento adecuado.

El snapback no es un hecho aislado. Es un modelo. Un modelo de cómo unos pocos pueden activar la arquitectura jurídica mundial para disciplinar a muchos sin deliberación, sin supervisión y sin consecuencias.

Para el Sur Global, este es el momento de decidir: ¿seguimos creyendo en este sistema? ¿O simplemente estamos atrapados en él?

Después de la legitimidad: ¿qué viene después?

Lo que sigue al colapso de la creencia en la legitimidad internacional no es necesariamente el caos. También puede ser el comienzo de una conciencia política poshegemónica.

Esta nueva orientación no consiste en cambiar de alianzas o elegir otro imperio. Se trata de dejar de construir el futuro nacional partiendo del supuesto de que el sistema internacional existente es reformable o fiable. Se trata de recuperar la soberanía como categoría política y no jurídica.

Esto significa crear alianzas regionales basadas en historias compartidas de explotación, no en compromisos abstractos con “la comunidad internacional”.

Significa tratar el derecho como un ámbito de controversia, no de deferencia. Y lo más importante, significa confiar en la memoria por encima de las promesas.

Porque si hay algo que el Sur Global se ha ganado, es la memoria. La memoria de la traición. La memoria de los regímenes de sanciones que aplastaron a la población civil. La memoria de los golpes de Estado y las guerras disfrazadas de liberación. La memoria de la brecha entre palabras como ‘responsabilidad’ y los ataques con drones que las siguen.

El snapback (mecanismo de restablecimiento automático de sanciones), en este contexto, no es más que la última traición. Nos dice que la legitimidad internacional nunca se basó en el derecho, sino en el cumplimiento.

Que los tratados pueden ser herramientas de trampa. Que el multilateralismo es una historia que las potencias occidentales cuentan al mundo cuando quieren que se les obedezca y que luego descartan cuando quieren actuar por su cuenta.

Conclusión: del espectáculo a la claridad

Lo que Occidente llama “snapback” es, en realidad, un snap, una ruptura en la gramática simbólica del derecho internacional.

Revela que lo que llamamos “orden” ha sido todo un espectáculo:

  • Derecho sin principios

  • Justicia sin universalidad

  • Tratados sin confianza

Para Irán, el snapback puede desencadenar nuevas sanciones. Pero para el Sur Global, desencadena algo mucho más profundo: la comprensión de que creer en el orden mundial existente no solo es ingenuo, sino peligroso.

Aún no sabemos qué vendrá después de esta desilusión. Pero sí sabemos esto: si el Sur no construye algo nuevo, será reconstruido por quienes rompieron lo antiguo.

El snapback no es un retorno a las sanciones.

Es el fin de la simulación.

Traducción nuestra


*Peiman Salehi es Analista político en Teherán. Escribe sobre resistencia, multipolaridad y crítica al imperio basándome en experiencias vividas en el Sur Global. Ha publicado en SCMP, Peoples Dispatch y otros medios. Aquí es donde pienso libremente y te invito a que hagas lo mismo. @peimansalehi

Fuente original: Savage Minds

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