BATALLA EN SUWAYDA: DONDE ISRAEL Y TURQUÍA SE ENFRENTAN POR LAS RUTAS COMERCIALES DE SIRIA. Malek al-Khoury.

Malek al-Khoury.

Ilustración: The Cradle

 18 de julio 2025.

En la Siria posterior a Assad, Suwayda, de mayoría drusa, se perfila como el punto de partida de la guerra regional por el control de las rutas terrestres que unen el golfo Pérsico con el Mediterráneo.


Con la caída del expresidente sirio Bashar al-Assad y el ascenso al poder en Damasco de Ahmad al-Sharaa (Abu Muhammad al-Julani), con el respaldo de Turquía, Siria ha pasado de ser parte integrante del Eje de la Resistencia a convertirse en un terreno disputado entre proyectos regionales rivales.

Han surgido dos visiones contrapuestas: la Ruta del Desarrollo” de Turquía, un corredor de transporte que conectaría Basora con Turquía y, de ahí, con Europa; y la Línea de Paz” de Israel, cuyo objetivo es unir el golfo Pérsico con el Mediterráneo a través de Jordania y el puerto ocupado de Haifa.

Mapa del Corredor Económico India-Oriente Medio-Europa (IMEC), un proyecto previsto que tiene como objetivo conectar la India, Asia Occidental y Europa.

La batalla regional por la puerta sur de Siria

Estos corredores de infraestructura no son meras iniciativas económicas, sino que constituyen el campo de batalla de un nuevo orden regional.

Suwayda, considerada durante mucho tiempo una zona periférica, se ha convertido en un punto estratégico en esta guerra logística. Esta provincia de mayoría drusa se ha convertido en una posible puerta de entrada a una guerra regional por los corredores comerciales y de transporte. Estos planes se extienden también al vecino Líbano.

El peso estratégico de Suwayda se deriva de su ubicación en el nexo de estos proyectos rivales.

La provincia podría servir como arteria vital para las ambiciones terrestres de Ankara o como punto de estrangulamiento que amenace los esfuerzos de Tel Aviv por eludir los territorios turcos e iraníes.

Así, la vital provincia siria meridional de Suwayda se encuentra de repente en primera línea, no por una disputa sobre un conflicto localizado, sino porque es una pieza clave en la batalla ferroviaria, donde las carreteras se convierten en fronteras y los oleoductos en frentes.

Mientras tanto, los líderes religiosos drusos de Suwayda emitieron un comunicado enérgico en el que rechazaban que su región se utilizara como puente para proyectos extranjeros que ignoran su soberanía o su existencia.

La declaración afirmaba:

Aquellos que apuesten por la violación de Suwayda perderán. El destino de la montaña se decidirá en la propia montaña.

Los ancianos hicieron hincapié en la geografía de Suwayda como encrucijada y exigieron la apertura de corredores terrestres con Jordania y con las zonas controladas por las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) en el norte.

La geoeconomía como guerra política

Junto a la competencia turco-israelí por los corredores ferroviarios que atraviesan el sur de Siria, el ambicioso proyecto saudí NEOM, junto con el sistema de infraestructuras vinculado al Al-Ain 2030 de los Emiratos Árabes Unidos, emerge como un tercer actor que está reconfigurando el juego geopolítico.

El proyecto tiene como objetivo transformar el noroeste de Arabia Saudí en un centro económico y logístico mundial, que incluirá líneas ferroviarias y redes de transporte que se extenderán desde el corazón de la península arábiga hasta el mar Rojo, lo que inevitablemente reposicionará las rutas comerciales regionales.

Este cambio está directamente relacionado con los planes de Tel Aviv de construir una línea ferroviaria que se extienda desde Eilat (adyacente a NEOM) hasta Aqaba, luego al sur de Siria y más adelante hasta Beirut o Trípoli.

En esta configuración, el corredor israelí funciona como una extensión terrestre de los puertos de NEOM en el mar Rojo y como complemento estratégico de la ambición de Riad de eludir puntos conflictivos como el estrecho de Ormuz, uniendo el Golfo con el Mediterráneo.

Aquí, Suwayda se convierte en un nodo estratégico indispensable que sirve de puerta de entrada desde el mar Rojo al Líbano, o viceversa, a través de Jordania y Siria.

Los medios de comunicación y los funcionarios israelíes se han referido en ocasiones a esta ruta como el “corredor de David”, un corredor que reimagina el papel de Israel en la región a través del dominio de las infraestructuras, fusionando el colonialismo de los asentamientos con la logística.

Mapa del Corredor de David, un proyecto previsto para conectar Israel con las zonas controladas por los kurdos en Siria e Irak.

En otras palabras, el auge de NEOM como eje marítimo-terrestre refuerza el valor geopolítico de la línea Aqaba-Suwayda, lo que empuja al Estado ocupante a endurecer su postura.

Para Tel Aviv, cualquier expansión turca hacia el sur supone una amenaza existencial para sus planes. Para Ankara, asegurar Suwayda es esencial para afirmar su influencia sobre el flanco sur del Levante.

El viejo-nuevo proyecto Katz

En noviembre de 2018, el entonces ministro de Transporte y actual jefe de Defensa israelí, Israel Katz, dio a conocer en una conferencia internacional sobre transporte celebrada en Omán el proyecto “Ferrocarril de la Paz”, cuyo objetivo es conectar los países del Golfo Pérsico con Israel a través de Jordania, como parte de un plan estratégico para impulsar la integración económica y vincular los mercados de Asia occidental con los puertos mediterráneos israelíes.

Katz, que llegó menos de dos semanas después de la sorprendente reunión del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, con el difunto sultán Qaboos en Mascate, presentó el proyecto como una enorme obra de infraestructura que incluye líneas ferroviarias que conectan el puerto de Haifa, en el norte de Israel, con ciudades del Golfo a través de la capital jordana, Ammán, con la posibilidad de conectar a los palestinos con el puerto de Haifa para facilitar el intercambio comercial.

Katz declaró durante la conferencia:

Este proyecto no es solo un puente para el transporte, sino un puente para la paz y la economía entre los pueblos de la región. Nuestro objetivo es crear un transporte más rápido, barato y seguro, abriendo nuevos horizontes para la cooperación económica y política.

Añadió:

El Ferrocarril de la Paz permitirá evitar los riesgos de seguridad en el estrecho de Ormuz y Bab al-Mandab y abrirá alternativas vitales para el transporte de mercancías entre el Golfo y Europa.

El proyecto destaca como una alternativa importante, ya que permite a los Estados del Golfo Pérsico eludir las amenazas a la seguridad en el estrecho de Ormuz y Bab al-Mandab, proporcionando una ruta terrestre más segura y barata para el transporte de mercancías, con importantes beneficios económicos para todos los países participantes, incluidos Jordania, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, otros Estados del Golfo y, potencialmente, Irak y Siria.

El proyecto también prevé la creación de modernos centros logísticos, como la zona de carga de Irbid, en Jordania, para impulsar la economía local.

Katz destacó la importancia del proyecto para los palestinos, afirmando que

al conectar a los palestinos con el puerto de Haifa, les damos la oportunidad de participar en el comercio mundial, lo que les reportará beneficios económicos y sociales».

La inclusión de Jordania y la Palestina ocupada se planteó como un incentivo económico. Pero el verdadero objetivo era la hegemonía regional a través de las infraestructuras.

Aunque las declaraciones de Katz estaban plagadas de eufemismos sobre la paz y el desarrollo, la lógica subyacente era clara: utilizar las infraestructuras de transporte para normalizar el papel regional de Israel y excluir a sus competidores iraníes y turcos.

A pesar de que la mayoría de los Estados árabes implicados no mantienen relaciones diplomáticas oficiales con Israel, el proyecto recibió un claro apoyo estadounidense, y el entonces enviado estadounidense Jason Greenblatt lo consideró parte de los esfuerzos de Washington para impulsar el “Acuerdo del Siglo” para la paz regional.

Suwayda se convierte en el campo de batalla

Antes de fijar su mirada en Suwayda, el ascenso de Sharaa estuvo marcado por brutales campañas en la región costera, incluidas masacres de comunidades alauitas que despejaron el terreno para el dominio respaldado por Turquía. Una vez completadas esas operaciones, la atención se centró en el sur, hacia el bastión druso.

En el vacío posterior a Assad, Sharaa eligió Suwayda como base para consolidar su poder y avanzar en el proyecto de Turquía, con el objetivo de asegurar los pasos fronterizos del sur de Siria, crear profundidad estratégica y extender su influencia hacia el Líbano y Jordania.

Turquía respaldó esta trayectoria mediante acuerdos directos e indirectos con facciones sirias alineadas con ella, en particular Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que ahora desempeña un papel central en la administración de zonas que van desde Idlib hasta la zona rural oriental de Hama, donde el desierto se encuentra con las carreteras que conducen al sur hacia Suwayda.

Las ambiciones de Ankara también se han extendido hacia el Líbano, especialmente hacia la ciudad norteña de Trípoli y sus alrededores, donde ha construido influencia social, política y económica a través de redes de instituciones, asociaciones y ciudadanos recién naturalizados.

El puerto de Trípoli, que Turquía espera transformar en una alternativa al puerto de Beirut, se concibe como una estación clave a lo largo de la ruta de tránsito regional.

Sharaa basó parte de esta convicción en acuerdos secretos alcanzados en la capital azerbaiyana, Bakú, en los que participaron figuras sirias e israelíes bajo los auspicios no oficiales de Turquía. Estos acuerdos se interpretaron como una aprobación implícita de su expansión hacia el sur, a cambio de garantías contra el retorno de la influencia iraní y del compromiso turco de no amenazar la seguridad israelí.

Pero esta ambición activó una línea roja para Israel. Netanyahu advirtió de la aparición de un “nuevo sur del Líbano” en Siria. Katz declaró: “Los drusos son nuestros hermanos y no los dejaremos solos frente a esta expansión”, lo que indicaba su disposición a intervenir.

Poco después, aviones de combate israelíes atacaron Damasco y unidades alineadas con Sharaa que avanzaban hacia el sur.

Ankara, por su parte, ha reafirmado públicamente sus propias líneas rojas. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, declaró tras una reunión del Consejo de Ministros el 17 de julio:

No aceptamos la división de Siria ayer, ni hoy, ni la aceptaremos mañana. Quienes descienden del pozo, aferrándose a la cuerda de Israel, tarde o temprano se darán cuenta del grave error que han cometido.

En realidad, no existe una confrontación abierta entre Turquía e Israel, sino una división tácita del botín, en la que cada uno persigue sus propias ambiciones de corredor mientras gestiona el conflicto a través de proxies y canales secretos.

El incidente del camión de verduras

La explosión de la seguridad en Suwayda no se debió a una decisión política explícita, sino que fue provocada por un incidente aparentemente menor: una disputa por la carga de un camión de verduras en un puesto de control.

La información de los servicios de inteligencia reveló más tarde que este incidente fue la chispa que encendió un amplio enfrentamiento en el que participaron grupos drusos locales, facciones lideradas por Sharaa y restos de grupos armados reintegrados de manera no oficial sobre el terreno con el apoyo indirecto de Turquía.

El incidente se convirtió rápidamente en una batalla abierta en la que participaron drones de reconocimiento israelíes, unidades blindadas locales y grupos armados con banderas enfrentadas, algunos cercanos a Ankara y otros vinculados a organizaciones extremistas recientemente reactivadas. En una semana, más de 700 personas perdieron la vida.

Washington observa, regula, pero no decide

Estados Unidos no estuvo ausente de la escena. Washington expresó en múltiples ocasiones su satisfacción por la llegada al poder de Sharaa, al que consideraba una figura aceptable a nivel internacional en comparación con el Gobierno anterior. Sin embargo, no le concedió carta blanca para avanzar hacia el sur.

El enviado estadounidense a Siria, Tom Barrett, declaró claramente que Washington apoya la unidad territorial de Siria, pero al mismo tiempo advirtió contra las acciones unilaterales que pudieran amenazar la estabilidad regional.

En realidad, el papel de Washington ha cobrado importancia, pero como observador más que como actor activo. Esta pasividad ha dado pie a que potencias regionales como Turquía e Israel tracen nuevos mapas de influencia en una geografía siria devastada.

Washington parecía dispuesto a regular el ritmo, pero no estaba dispuesto a tomar una decisión decisiva.

Busca evitar la confrontación directa con Turquía o Israel, pero tampoco está dispuesto a permitir la expansión turca sin control.

La guerra de los proyectos

La batalla por Suwayda no se libra realmente por el sectarismo o la gobernanza. Se trata de una guerra entre dos visiones infraestructurales: una turca y otra israelí. Cada proyecto pretende dictar las rutas del comercio, la energía y la influencia en la Siria posterior a Assad.

Sharaa, a pesar de sus raíces en Al Qaeda y el ISIS, se ha convertido en un representante de los intereses turcos. Pero sin alianzas genuinas ni legitimidad interna, se enfrenta a todo el peso de la hostilidad israelí.

La batalla de Suwayda es la primera prueba real para la era post-Assad. Su resultado determinará no solo las futuras fronteras de Siria, sino todo el mapa del transporte y el poder en la región.

También determinará si la nueva Siria seguirá el camino del desarrollo de Turquía o la llamada línea de paz de Israel.

Traducción nuestra


*Malek Al-Khoury es un escritor y periodista especializado en geopolítica que anteriormente trabajó en el importante diario libanés As-Safir.

Fuente original. The Cradle

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