Gabriel Honrada.
Imagen: Donald Trump quiere construir un sistema de defensa antimisiles llamado «Cúpula Dorada». Imagen: Captura de pantalla de X.
22 de mayo 2025.
La arquitectura prevista para el escudo antimisiles estadounidense es técnicamente viable, pero su coste sería prohibitivo y, en última instancia, poco práctico.
Haciéndose eco de la “Guerra de las Galaxias” de Ronald Reagan y reviviendo los temores de la Guerra Fría, la iniciativa de defensa antimisiles Golden Dome, de 175 000 millones de dólares, del presidente estadounidense Donald Trump se está presentando como la defensa definitiva de Estados Unidos.
Pero ¿ofrecerá el costoso plan de Trump una protección real contra los misiles de largo alcance de China, Rusia y Corea del Norte, o es el Golden Dome más bien un espectáculo político al estilo Trump?
Inspirado vagamente en el Iron Dome israelí, pero mucho más ambicioso, el Golden Dome integraría sistemas terrestres y espaciales para detectar e interceptar misiles, incluidos los hipersónicos, según informaron múltiples fuentes mediáticas.
El plan, iniciado por decreto ejecutivo en enero y presentado oficialmente por Trump esta semana, prevé un “sistema de sistemas” que involucra cientos de satélites e interceptores y pretende estar operativo antes de que el presidente deje el cargo en enero de 2029.
Trump afirmó que Canadá ha expresado su interés en unirse al programa y, según se informa, ambos países están discutiendo una mayor cooperación en materia de defensa aérea de América del Norte (NORAD).
Sin embargo, la financiación del proyecto es incierta, ya que 25 000 millones de dólares están vinculados a un paquete de defensa respaldado por los republicanos que se encuentra estancado. Por su parte, la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) prevé que los costes de construcción y mantenimiento del Golden Dome podrían superar los 800 000 millones de dólares en dos décadas.
La iniciativa ya se enfrenta a críticas sobre su viabilidad técnica, sus riesgos potenciales para la estabilidad nuclear y la participación de empresas privadas como SpaceX, de Elon Musk, y Palantir, de Peter Thiel y Alex Karp. Los contratistas de defensa Lockheed Martin, L3Harris y RTX se encuentran entre los que compiten por los contratos.
Desde una perspectiva geoestratégica, el Golden Dome podría reavivar los temores de disuasión en China y Rusia, dos adversarios de Estados Unidos con armas nucleares y casi iguales en poderío, que consideran su defensa antimisiles como una amenaza para la viabilidad de sus arsenales nucleares.
En un artículo de 2024 para la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, Ottawa Sanders sugiere que China teme que los futuros sistemas estadounidenses puedan interceptar los misiles chinos que sobrevivan a un primer ataque, lo que llevaría a China a ampliar sus fuerzas nucleares y sus capacidades antisatélite (ASAT).
El Informe sobre el poder militar de China en 2024 del Departamento de Defensa de Estados Unidos señala de manera similar que el arsenal nuclear de China está experimentando una rápida expansión y modernización, con unas 600 ojivas operativas en 2024 y un arsenal previsto de más de 1000 para 2030.
El informe añade que China está desplegando vehículos hipersónicos de planeo (HGV), en particular en el misil DF-27 y a través de sistemas de bombardeo orbital fraccionado (FOBS), capaces de eludir las defensas antimisiles estadounidenses mediante trayectorias y maniobrabilidad no convencionales.
Además, Sanders señala que Rusia comparte preocupaciones similares, ya que considera que la defensa antimisiles estadounidense es una amenaza para su capacidad de segundo golpe y responde con una serie de las denominadas ‘superarmas’.
En un informe de Chatham House de septiembre de 2021, Samuel Bendett y otros mencionan que entre ellas se encuentran el misil balístico intercontinental (ICBM) RS-28 Sarmat, capaz de eludir las defensas antimisiles mediante una trayectoria por el Polo Sur, y el vehículo hipersónico de planeo Avangard, que maniobra de forma impredecible para evadir la interceptación.
Bendett y sus colegas añaden que el dron submarino de propulsión nuclear Poseidón de Rusia amenaza los objetivos costeros con tsunamis radiactivos, mientras que el misil de crucero Burevestnik cuenta con un alcance teóricamente ilimitado. También citan los misiles hipersónicos Kinzhal y Tsirkon como refuerzo de la capacidad de Rusia para atacar objetivos de alto valor.
Sanders afirma que, aunque China y Rusia abogan por el diálogo estratégico, persisten las tensiones, ya que la defensa antimisiles de Estados Unidos se considera un factor desestabilizador de los esfuerzos mundiales de control de armas y estabilidad nuclear.
Aunque los detalles operativos siguen siendo confusos, Howard Altman y Tyler Rogoway señalan en The War Zone que Golden Dome se concibe como un escudo multicapa que integra interceptores espaciales, radares terrestres y defensas antimisiles lanzadas desde tierra para neutralizar las amenazas entrantes.
Altman y Rogoway añaden que su objetivo es detectar y destruir misiles balísticos, hipersónicos y de crucero durante su fase de impulso, aprovechando las constelaciones de satélites para la alerta temprana y el seguimiento.
Destacan que el sistema se basará en redes avanzadas de mando y control para coordinar respuestas rápidas y garantizar una integración perfecta con los activos de defensa antimisiles existentes de Estados Unidos.
Sin embargo, ninguna defensa es impenetrable. Zachary Burdette escribe en la revista revisada por pares International Security que los satélites de defensa antimisiles espaciales de Estados Unidos son especialmente vulnerables debido a su importancia para las operaciones militares y a su exposición inherente en órbita.
Burdette explica que, si bien los satélites apoyan funciones vitales como la inteligencia, la vigilancia y el reconocimiento (ISR), el guiado de precisión y las comunicaciones de largo alcance, su previsibilidad y su limitada maniobrabilidad los hacen susceptibles a los ataques contra el espacio, incluidas las armas ASAT de ascenso directo y el bloqueo.
Aun así, Burdette sostiene que el verdadero reto no es la pérdida de satélites individuales, sino la posible erosión de la resiliencia de constelaciones enteras. Si bien señala que Estados Unidos está mitigando este riesgo mediante la proliferación de redes de satélites, alternativas terrestres y operaciones descentralizadas, el éxito depende de la inversión continua y la rápida adaptación a las amenazas emergentes.
A nivel estratégico, Golden Dome podría tener profundos efectos en las alianzas de Estados Unidos. Leonie Allard y Jean-Loup Samaan escriben en un artículo del Atlantic Council que, al dar prioridad a los interceptores espaciales, el sistema podría orientar la cooperación en materia de defensa hacia la integración tecnológica liderada por Estados Unidos, reduciendo la dependencia de los sistemas terrestres.
Allard y Samaan sostienen que la preocupación por la autonomía estratégica en Europa podría dar lugar a iniciativas paralelas de defensa antimisiles, mientras que aliados de la región indopacífica como Japón y Corea del Sur podrían profundizar sus acuerdos de coproducción de tecnologías críticas para la defensa antimisiles.
Sin embargo, también advierten de que Golden Dome no puede satisfacer las diversas necesidades de seguridad de los diferentes socios de Estados Unidos. Señalan que Ucrania necesita una defensa aérea y antimisiles sólida contra Rusia, mientras que Corea del Sur depende de la presencia militar estadounidense desplegada en primera línea para disuadir a Corea del Norte.
También señalan que, mientras que el marco de defensa antimisiles de Estados Unidos en Europa es regional, concretamente la OTAN, en Oriente Medio y la región indopacífica la cooperación es bilateral, lo que dificulta la aplicación de las lecciones aprendidas en una región a otras.
Allard y Samaan subrayan que el éxito de la Cúpula Dorada y de otras iniciativas estadounidenses de defensa antimisiles depende de equilibrar la credibilidad de la disuasión con la cohesión de la alianza, asegurándose de que los socios la vean como un complemento y no como un sustituto de la presencia militar estadounidense.
Aun así, la Cúpula Dorada puede ser más espectáculo político que sustancia estratégica.
Todd Harrison escribe en un artículo de abril de 2025 de Real Clear Defense que aunque la arquitectura de múltiples capas del sistema, los interceptores basados en el espacio, el radar terrestre y las defensas lanzadas desde tierra son técnicamente viables, la escala necesaria para contrarrestar y neutralizar las principales amenazas de China y Rusia lo hace poco práctico.
Harrison destaca los costes prohibitivos, que podrían alcanzar cientos de miles de millones de dólares, y señala las lagunas de cobertura y las limitaciones físicas de los interceptores basados en el espacio.
Sugiere que la administración Trump puede ver la Cúpula Dorada menos como una defensa desplegable que como una palanca en las negociaciones de control de armas.
Desde ese punto de vista, puede ser menos un escudo que un farol reluciente cuyo objetivo real no son sólo los misiles enemigos, sino la percepción pública y el poder de negociación.
Traducción nuestra
*Gabriel Honrada es analista de Investigación, Programa de Seguridad Internacional, Dimensión Político-Militar
Fuente original: Asia Times
