Roberto Iannuzzi.
Foto: El presidente Donald Trump da la bienvenida al mandatario de Ucrania, Volodímir Zelenski en la Casa Blanca en Washington, el 28 de febrero de 2025. © Ben Curtis, AP
04 de marzo 2025.
Mientras el presidente estadounidense parece decidido a entablar negociaciones con Moscú, las élites políticas europeas parecen paradójicamente hostiles a una pacificación del viejo continente.
La desastrosa reunión del 28 de febrero entre el presidente estadounidense Donald Trump y su homólogo ucraniano Volodymyr Zelensky en la Casa Blanca es una clara confirmación de que las delicadas negociaciones diplomáticas no deben celebrarse en público.
Incluso los agrios enfrentamientos verbales, que pueden tener lugar entre líderes gubernamentales durante conversaciones a puerta cerrada, tienen un impacto completamente diferente si se producen durante una rueda de prensa ante las cámaras de todo el mundo.
La reunión pública entre los dos presidentes estuvo evidentemente mal preparada, pero hay varios indicios de que el problema surgió por la superposición poco meditada de dos asuntos de distinto calibre: un acuerdo para la explotación de minerales y otros recursos naturales en Ucrania, y la consecución de una paz duradera entre Moscú y Kiev.
La firma del primero no debería haber planteado problemas particulares después de que el borrador inicial estadounidense, que según algunas fuentes equivalía a una especie de «acuerdo marco», hubiera sido revisado para tranquilizar al gobierno de Zelensky.
Pero la visita del líder ucraniano a Washington (incierta hasta el final) se había convertido en una oportunidad para hablar de otro tema muy distinto, el del arreglo del conflicto entre Rusia y Ucrania, que Trump parece empeñado en traer a casa.
El diseño de Trump
Hay varios indicios de que las negociaciones entre la Casa Blanca y el Kremlin avanzan más rápido de lo que se ha filtrado en los medios. Al menos, esa sería la creencia de Trump. Sobre el papel, el presidente estadounidense tendría la intención de concluir un acuerdo con relativa rapidez.
A grandes rasgos, la estrategia ideada por la administración Trump parece perseguir los siguientes objetivos: normalizar las relaciones diplomáticas y comerciales con Rusia para llegar a un entendimiento con Moscú que afloje los lazos chino-rusos que se han consolidado en los últimos años.
La estrategia ha sido calificada como una especie de “movimiento Nixon a la inversa”, en referencia a la decisión del entonces presidente estadounidense de abrirse a China con su histórico viaje a Pekín en 1972 para aislar a la Unión Soviética.
Muchos observadores, probablemente con razón, creen que la idea está condenada al fracaso porque, mientras que en ese entonces Moscú y Pekín ya tenían malas relaciones, hoy están unidas por una asociación estratégica fortalecida por profundos vínculos económicos y comerciales.
En cualquier caso, el primer paso de la Casa Blanca para conseguir ese objetivo es poner fin al conflicto ucraniano reconociendo las preocupaciones de Rusia en materia de seguridad.
Las recientes declaraciones del Secretario de Defensa Pete Hegseth en el sentido de que Ucrania nunca entrará en la OTAN y tendrá que renunciar a recuperar los territorios anexionados por Moscú apuntan en esta dirección.
En segundo lugar, la OTAN tendrá que transformarse en una especie de alianza “durmiente”, dentro de la cual los europeos se harán cargo de la seguridad del viejo continente. EE.UU. no abandonará la alianza, sino que sólo desempeñará un papel de apoyo, dirigiendo en cambio su atención a la zona del Pacífico.
Activismo negociador
Como ha escrito Samuel Charap, analista de la RAND Corporation, la opción más racional es que EEUU retome la negociación que Rusia y Ucrania llevaron a cabo en marzo de 2022 y que luego boicotearon británicos y estadounidenses.
Ya en febrero, Trump había declarado que, en cualquier caso, Zelensky no tenía cartas que jugar y que, de hecho, su presencia en las negociaciones era innecesaria, ya que se le consideraba alguien que “hace muy difícil llegar a acuerdos”.
En su estilo clásico, Trump había añadido que Putin no tendría necesariamente que negociar un alto el fuego porque podría conseguir “todo el país” si quisiera.
El 21 de febrero, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, declaró que
el presidente y su equipo están muy centrados en continuar las negociaciones con ambas partes para poner fin al conflicto, y el presidente confía mucho en que podamos conseguirlo esta semana.
Una afirmación probablemente exagerada, quizá referida precisamente a la posible reunión con Zelensky. Que los contactos entre Washington y Moscú fueron productivos fue, sin embargo, confirmado en algunos aspectos por el propio presidente ruso Vladimir Putin.
Durante un discurso ante los jefes del FSB (el servicio de inteligencia exterior ruso), éste declaró que
los primeros contactos con la nueva administración estadounidense suscitan algunas esperanzas.
El dirigente ruso añadió que
nuestros socios muestran pragmatismo y una visión realista de las cosas, y han abandonado muchos estereotipos, las llamadas “reglas” y los clichés mesiánicos e ideológicos de sus predecesores.
Putin advirtió, sin embargo, que
no todo el mundo está contento con la reanudación de los contactos entre Rusia y Estados Unidos. Una parte de las élites occidentales sigue empeñada en mantener la inestabilidad en el mundo, y estas fuerzas intentarán romper o socavar el diálogo recién reanudado.
Moscú tranquiliza a Pekín
Otro elemento interesante es la parada no programada de Sergei Shoigu (ex ministro de Defensa, actual jefe del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa) en Pekín durante su viaje al continente asiático.
Shoigu se reunió con el propio presidente Xi Jinping y con el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi. Por una cuestión de protocolo, es bastante inusual que el líder chino reciba a una figura de segundo nivel, aunque importante, como Shoigu.
La visita del funcionario ruso, sin embargo, se produjo pocos días después de una llamada telefónica entre Putin y Xi, durante la cual el presidente chino había elogiado “los esfuerzos positivos [de Moscú] para desactivar” la guerra en Ucrania.
El periódico Global Times también señaló que la visita de Shoigu se produjo “tras una reunión de seis horas entre las delegaciones estadounidense y rusa en el consulado de Estados Unidos en Estambul”.
El periódico informó de que Shoigu informó a los dirigentes chinos “sobre los últimos acontecimientos en los contactos entre Rusia y Estados Unidos” y sobre la postura rusa al respecto.
Por el tono de alta valoración de la asociación sino-rusa que emplearon tanto el Global Times como el Ministerio de Asuntos Exteriores chino, parece probable que Shoigu también asegurara a Pekín que un acuerdo con Washington no afectaría en modo alguno a la firmeza de la relación Rusia-China.
Los nudos entran en ebullición
Es muy probable que, con motivo de las visitas del presidente francés, Emmanuel Macron, y del primer ministro británico, Keir Starmer, a la Casa Blanca, Trump pusiera a su vez al día a sus socios europeos sobre la marcha de las negociaciones con Rusia.
Al recibir al primer ministro británico el 27 de febrero, el presidente estadounidense había declarado que las negociaciones estaban “muy avanzadas”.
Por lo tanto, es concebible que, al recibir a Zelensky al día siguiente, pretendiera no sólo firmar el acuerdo sobre la explotación de los minerales ucranianos, sino informar a su anfitrión del progreso de las negociaciones con Moscú y asegurarse su aprobación para ello.
Sin embargo, la reunión desembocó en una pelea sin precedentes en directo por televisión, que sumió en el caos las relaciones entre Estados Unidos y Ucrania.
El desagradable episodio ha llevado al alejamiento de Zelensky de la Casa Blanca, a la no firma del acuerdo sobre minerales y a la suspensión de la ayuda militar a Kiev, ya aprobada por Washington, pero aún no entregada (una medida que, por tanto, tendrá efectos solo a mediano plazo).
Cómo transcurrió realmente la reunión
Los medios de comunicación retransmitieron básicamente los últimos diez minutos de la reunión, destacando los ataques de Trump y del vicepresidente J.D. Vance contra Zelensky, y llevando a algunos a hablar incluso de una emboscada premeditada contra el presidente ucraniano.
Pero una visión completa de la reunión, que duró unos 49 minutos, lleva a una valoración algo diferente. Durante 40 minutos, el diálogo se había mantenido en tonos tranquilos, aunque habían aflorado las posturas divergentes del líder ucraniano y del presidente estadounidense.
Trump incluso comenzó elogiando el compromiso de Kiev en el conflicto y el valor de los soldados ucranianos. Sin embargo, Zelensky, desde el principio de su intervención, insistió en la necesidad de que Washington ofrezca garantías de seguridad a Ucrania (garantías que Trump se había negado reiteradamente a conceder incluso antes de la reunión).
El presidente ucraniano añadió (minuto 3:40) que contaba con EEUU para “detener a Putin”, al que calificó de “asesino y terrorista”, argumentando que no puede haber “compromisos con un asesino en lo que respecta a nuestros territorios”.
Zelensky reiteró más tarde (minuto 15:10) que la cuestión más importante es si EE.UU. y sus aliados pueden “detener a Putin” y “hacer que las tropas rusas se retiren de nuestra tierra”.
Trump, por su parte, afirmó claramente que desde su punto de vista la primera necesidad es alcanzar un acuerdo de paz con Moscú, considerando (minuto 20:10) que las garantías de seguridad constituyen “el 2% del problema”.
El presidente americano dio a entender que, en su opinión, no sólo el acuerdo sobre la explotación de los recursos de Kiev, y por lo tanto la presencia de trabajadores americanos en suelo ucraniano, constituiría una garantía de seguridad, sino que, más en general, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales con Moscú garantizaría que no se reanudaran las hostilidades.
Zelensky respondió (minuto 23:20) que “un alto el fuego no funcionará” porque Putin nunca cumpliría los acuerdos, y que el apoyo estadounidense a los contingentes europeos que se desplegarán en Ucrania es “crucial”.
La discusión degeneró finalmente después del minuto 40, cuando intervino el Vicepresidente Vance, afirmando que “el camino hacia la paz y la prosperidad” pasa por “comprometerse con la diplomacia”.
Zelensky respondió afirmando que Putin había violado todos los acuerdos en el pasado (aunque fue el presidente ucraniano quien no aplicó los acuerdos de Minsk bajo la presión de los nacionalistas ucranianos) y preguntando a Vance: “¿De qué diplomacia estás hablando, J.D.?”.
Visiones irreconciliables
El quid de la cuestión reside, pues, en que, mientras la administración Trump quiere una solución negociada al conflicto, Zelensky no está dispuesto a asumir la realidad de que Ucrania está perdiendo la guerra, y parece dispuesto a aceptar como mucho una congelación de esta (no su resolución) supervisada por fuerzas de la OTAN con garantías explícitas de seguridad proporcionadas por Washington.
Trump, sin embargo, ha dejado claro que o EEUU negocia pronto el fin de la guerra o se autoexcluye del conflicto:
O hacéis un trato o nos vamos.
La Casa Blanca también se niega a ofrecer garantías de seguridad que podrían arrastrar a Estados Unidos a un enfrentamiento directo con Rusia.
Por otro lado, cabe señalar que ningún presidente estadounidense se ha comprometido nunca a luchar directamente por Kiev. El predecesor de Trump, Joe Biden, ha descartado categóricamente en repetidas ocasiones el envío de tropas estadounidenses a Ucrania.
Ningún otro miembro de la OTAN, además, ha desplegado directamente sus propias fuerzas en defensa de Kiev, e incluso ahora la propuesta de Gran Bretaña y Francia de desplegar sus propias tropas en suelo ucraniano está condicionada a la eventual provisión de garantías de seguridad por parte de EEUU.
Los europeos siguen con la ilusión de poder arrancar a Trump tales garantías, y así lo confirmaron en la reunión inconclusa del 2 de marzo en Londres.
Aunque el plan de paz de Trump aún no está claro y probablemente todavía no se ha elaborado en sus detalles básicos, parece abrazar básicamente la idea de una Ucrania neutral exigida por Moscú.
Los europeos y el propio Zelensky, en cambio, insisten en la peligrosa “falsa idea”, creada durante estos años de conflicto por la propaganda occidental, de que Rusia invadió Ucrania no porque se sintiera amenazada por el expansionismo de la OTAN y la progresiva infiltración de la Alianza en su país vecino, sino por las ambiciones “imperialistas” de Putin de recuperar posesiones soviéticas.
Sobre la base de esta falsificación, Ucrania debería por tanto ser defendida con las armas. La neutralidad del país no bastaría para evitar un nuevo conflicto.
La paradoja europea
Mientras tanto, continúa la destrucción de Ucrania. A los líderes europeos no parece importarles la necesidad de poner fin a la guerra lo antes posible, ni el hecho de que cuanto más dure, peor será la posición negociadora de Kiev.
Tampoco parecen entender que si Estados Unidos deja de ayudar a Ucrania, las fuerzas de Kiev se encaminarán hacia una derrota catastrófica, como han escrito analistas del calibre de Anatol Lieven y George Beebe.
Las élites políticas del viejo continente también parecen rechazar el hecho de que la mayor oportunidad de prosperidad para Europa vendría de una pacificación de Eurasia. Prefieren la perspectiva del rearme, que ‘justifica’ la continuación de la lógica de la emergencia y la austeridad.
Además, existe la posibilidad de que la Unión Europea aproveche esta enésima “crisis” para centralizar aún más el poder a expensas de los Estados miembros, esta vez en el ámbito de la defensa.
Los gobiernos europeos ven la brecha ideológica que les separa de la administración Trump y se sienten amenazados por su apoyo a la llamada ‘derecha populista’.
Estos gobiernos también compiten con Washington por los recursos naturales de Ucrania. Por lo tanto, desde su punto de vista, la iniciativa de paz de la Casa Blanca también debería descartarse.
Los comentaristas europeos escriben artículos alarmistas sobre el fin de la alianza euroatlántica y el hecho de que Estados Unidos sería ahora un “enemigo de Occidente” (de lo que se hace eco, por supuesto, también en Washington la parte del establishment hostil al nuevo presidente).
Una vez más, por tanto, las clases dirigentes del viejo continente parecen dispuestas a empujar a sus propios países hacia un agravamiento de la crisis en lugar de dirigirlos hacia una pacificación y un renacimiento de Europa.
Traducción nuestra
*Roberto Iannuzzi es analista independiente especializado en Política Internacional, mundo multipolar y (des)orden global, crisis de la democracia, biopolítica y «pandemia new normal».
Fuente original: Intelligence for the people
