Enrico Tomaselli.
Imagen: Enrico’s Substack
27 de enero 2025.
…el reiterado compromiso de Estados Unidos de armar y modernizar el ejército de Kiev equivale claramente a una integración de facto en la OTAN, con respecto a la cual la no adhesión formal se vuelve completamente secundaria.
Según el canal ucraniano Strana, el plan de la administración Trump para poner fin al conflicto tendría un calendario y un programa precisos. El plan de paz, publicado por Strana (y sobre el que, obviamente, no hay confirmación oficial por el momento), habría sido elaborado en Washington, presentado a algunos diplomáticos europeos y luego remitido por ellos a Kiev.
Por el momento, por lo tanto, podría tratarse simplemente de una filtración para tantear el terreno o, viceversa, para cortarla de raíz. El hecho de que haya sido difundido por los ucranianos, a quienes les costaría digerir sus términos, podría llevar a pensar en esta segunda hipótesis.
La implementación del plan debería comenzar con una conversación telefónica entre Putin y Trump a fines de enero o principios de febrero, y concluir (hipotéticamente) en agosto, con las elecciones presidenciales en Ucrania. Pero, más allá del pronóstico en términos de tiempo, demasiado rígido para resistir la realidad, en cualquier caso, es más interesante observar los términos que Washington describe como la base de la negociación.
En primer lugar, se certificaría la no entrada de Ucrania en la OTAN, también mediante una declaración de neutralidad de Kiev, que sería sancionada además por una decisión de la propia Alianza Atlántica.
Este primer punto parecería una concesión significativa a las peticiones rusas, si no fuera porque siempre ha quedado claro que la entrada formal de Ucrania en la OTAN nunca ha estado realmente en la agenda.
Como compensación (para Kiev), habría un compromiso de acoger al país (lo que queda de él) en la Unión Europea para 2030 (un horizonte bastante cercano), y un compromiso de esta última de sufragar los costes de la reconstrucción.
Y aquí, por supuesto, volvemos al leitmotiv de que Estados Unidos hace el daño y Europa debe pagar el precio…
Tercer punto, Ucrania renunciará a los esfuerzos militares y diplomáticos para recuperar los territorios ocupados, pero sin reconocer formalmente la soberanía rusa sobre ellos.
Este es un punto bastante vago y ambiguo, porque cualquier compromiso de Kiev en este sentido, en ausencia de una aceptación formal, podría ser negado mañana y conducir a la reapertura del conflicto.
Por otro lado, Moscú es consciente de que se trata de una cuestión delicada, no solo para Kiev, sino para todos los países europeos, que ven la posibilidad de cuestionar las fronteras como una amenaza potencial.
Obviamente, quitando el pequeño detalle de que eso es lo que hicieron primero en Yugoslavia, y especialmente con la secesión de Kosovo más tarde.
Se prevería un levantamiento progresivo de las sanciones, durante un período de tres años, comenzando por las de las importaciones de energía a Europa (un consuelo para la UE), pero con un impuesto para financiar la reconstrucción.
El mecanismo garantizaría finalmente el pleno respeto de la minoría lingüística rusa en Ucrania, con total libertad política y religiosa.
La cuestión, a menudo hipotética, del despliegue de un contingente europeo de mantenimiento de la paz se deja de lado y posiblemente se pospone para una negociación separada.
Como puede verse, hasta este punto nos encontramos en un área bastante aceptable para Moscú, al menos como punto de partida, sobre la que trabajar luego para una definición más satisfactoria.
Pero, al mismo tiempo, no hay ninguna concesión real por parte de Occidente; una vez eliminados los problemas marginales y/o implícitos, para el resto se trata esencialmente de un reconocimiento de lo que ya está en vigor.
No hay que olvidar que es Occidente quien pide el fin del conflicto y, por lo tanto, es de ellos de quien debe venir la mayor disponibilidad (además, obviamente, del hecho de que la situación en el campo de batalla está definitivamente cambiando a favor de Moscú).
Ya en esta primera parte (y dejando de lado por el momento el punto más difícil) hay un nudo que el plan no menciona, quizás con razón, pero que no es de importancia secundaria.
De hecho, está claro que la idea de la OTAN es congelar el conflicto, desde una perspectiva territorial. Es decir, la línea de demarcación entre la nueva Ucrania y la nueva Rusia debería coincidir con la línea del frente en el momento de la tregua.
Aunque la cuestión territorial no es primordial para Rusia, el hecho es que hay cuatro oblasts que han decidido unirse a la Federación Rusa y que, por lo tanto, para Moscú son territorio totalmente ruso; congelar la frontera en la línea de combate significaría que una parte del territorio ruso seguiría ocupada por las fuerzas ucranianas.
Puede parecer un asunto trivial, y en cualquier caso en un marco de reciprocidad, pero no es seguro que sea aceptable para Rusia.
Sin embargo, el verdadero punto crucial en el que se centrará cualquier negociación es el que excluye cualquier reducción del tamaño de las fuerzas armadas ucranianas y, en su lugar, establece que Estados Unidos seguirá apoyando su modernización.
Esta es una cuestión que, en mi opinión, es completamente inaceptable para Moscú, no solo porque siempre ha reiterado que la desmilitarización de Ucrania es uno de sus objetivos centrales, sino porque haría pletórica la declaración de neutralidad.
Además, el reiterado compromiso de Estados Unidos de armar y modernizar el ejército de Kiev equivale claramente a una integración de facto en la OTAN, con respecto a la cual la no adhesión formal se vuelve completamente secundaria.
Aquí estamos en presencia de una roca tan grande como una montaña. Y este es obviamente el núcleo del plan estadounidense, sobre el cual, sin embargo, la hipótesis de negociación corre el riesgo de naufragar prematuramente.
Dado que esta condición es claramente inaceptable para Rusia, queda por ver si es negociable para Estados Unidos y en qué medida.
Lo que se traduce en la cuestión de hasta qué punto Washington está realmente interesado en poner fin al conflicto (o al menos en salir de él).
Se observará, al margen, cómo Ucrania es considerada el objeto y no el sujeto de la negociación. Lo cual es muy probable que sea cierto para Zelenski, pero no necesariamente para los nacionalistas ucranianos.
Traducción nuestra
*Enrico Tomaselli es Director de arte del festival Magmart, diseñador gráfico y web, desarrollador web, director de video, experto en nuevos medios, experto en comunicación, políticas culturales, y autor de artículos sobre arte y cultura.
Fuente original: Enrico’s Substack
