EL COMIENZO DEL FINAL DEL VIEJO ORDEN DE SEGURIDAD EUROPEA: DE LA DINÁMICA ENTRE WASHINGTON Y MOSCÚ SURGE UNA NUEVA ARQUITECTURA GEOECONÓMICA. Ricardo Martins.

Ricardo Martins.

Foto: El presidente ruso, Vladimir Putin, y el enviado especial de EEUU, Steve Witkoff, en Moscú (Rusia). / GAVRIIL GRIGOROV / SPUTNIK / KREMLIN POOL (EFE)

26 de diciembre 2025.

El marco consolidado para la seguridad en Europa está sufriendo profundas tensiones, cada vez más eclipsado por los instrumentos económicos que moldean la influencia geopolítica.


Este análisis examina cómo las lógicas geoeconómicas están remodelando la posición estratégica de Europa y cuestionando los fundamentos de su orden tradicional de seguridad.

1. El desmoronamiento: cómo Europa ha perdido el control de su arquitectura de seguridad

La fotografía de Steve Witkoff con Vladimir Putin en Moscú no es solo otro episodio en la larga crónica de la diplomacia informal estadounidense. Es el símbolo de algo mucho más significativo: la erosión definitiva de la arquitectura de seguridad euroatlántica que ha anclado a Europa desde 1945. Europa se encuentra ahora como espectadora de una negociación que afecta directamente a su futuro, pero en la que no tiene voz ni voto.

Durante décadas, los líderes europeos han dado por sentado que su entorno de seguridad estaba garantizado por tres pilares: la supremacía militar estadounidense, la cohesión de la OTAN y una Rusia que podía ser contenida y marginada al mismo tiempo. La guerra en Ucrania ha alimentado temporalmente esta ilusión.

La Unión Europea interpretó la invasión rusa de Ucrania como una validación del orden atlántico posterior a 1991, la prueba de que Europa necesitaba más OTAN, más liderazgo estadounidense, más gasto en defensa y una mayor alineación ideológica con Washington.

Pero cuando el conflicto entró en su fase avanzada y surgieron nuevas dinámicas políticas en Washington, se hizo visible una realidad más profunda: la visión europea de la seguridad no estaba alineada con la trayectoria estratégica a largo plazo de Estados Unidos.


«La tragedia de Europa no es que esté siendo excluida de las negociaciones que determinan su propio futuro, sino que aún no comprende plenamente la profundidad de su exclusión».


Washington busca contener a China; Europa busca contener a Rusia. Washington mira hacia el Indo-Pacífico; Europa se aferra a su frontera oriental. Washington ve a Rusia como un posible co-actor en la extracción global de recursos, el desarrollo del Ártico y el equilibrio estratégico; Europa sigue pintando a Rusia como un enemigo existencial permanente.

El resultado es una forma de desalineación estratégica, con Europa operando dentro de una arquitectura en la que Washington ya no cree del todo.

El pivote estadounidense, el pánico europeo

El regreso de Donald Trump a la escena internacional ha acelerado drásticamente esta divergencia. La revisión estratégica de Trump de Rusia, como un recurso más que como un adversario, ha sumido a Europa en un estado de casi pánico. Su voluntad de socavar los compromisos de la OTAN, su desconfianza explícita en los líderes europeos y su concepción de la geopolítica como diplomacia empresarial contribuyen a la ansiedad estratégica de Europa.

La humillación de Europa por parte de Trump es deliberada. Al enviar repetidamente a Moscú a Witkoff, un asesor sin obligaciones diplomáticas, pero ignorando a Kiev, Trump señala que el centro de gravedad se ha desplazado. El proceso de paz no será mediado por Bruselas, Berlín o París, sino a través de un eje Washington-Moscú, pasando por alto completamente a las instituciones europeas.

El Kremlin interpreta la negativa de Europa a dialogar con Moscú no como una resistencia de principio, sino como un autosabotaje estratégico. Y Washington, intuyendo la oportunidad, está dispuesto a aprovechar esta fractura.

Como han advertido muchos analistas, tanto favorables como críticos, Europa está descubriendo demasiado tarde que su seguridad no puede mantenerse con retórica moral, sanciones o un rearme sin base industrial. Europa quiere contener a Rusia, pero ya no dispone de los instrumentos políticos, militares o económicos para hacerlo.

2. Los defensores de los acuerdos: cómo Trump, Putin y las redes empresariales están privando a Europa de su futuro

La diplomacia en la sombra como nueva geopolítica

La diplomacia de Witkoff representa un cambio estructural: la diplomacia ya no es prerrogativa de los ministerios de Asuntos Exteriores, sino de familias políticas, intermediarios empresariales y alianzas basadas en los recursos.

Por eso la presencia de Kushner en Moscú es de vital importancia. Las conversaciones de diciembre no fueron simplemente negociaciones de alto nivel, sino que marcaron el surgimiento de un nuevo sistema de conducta geopolítica, en el que la confianza entre las redes de poder individuales prevalece sobre los protocolos institucionales.

El paradigma Trump-Putin se basa en tres principios: a) la lógica comercial frente a la confrontación ideológica; b) la extracción de recursos como base de la estabilidad geopolítica; y c) la confianza bilateral frente a las instituciones multilaterales.

Esto es profundamente humillante para Europa, que tradicionalmente ha buscado la legitimidad a través del multilateralismo. Para Washington y Moscú, sin embargo, la exclusión de Europa no es un descuido, sino una característica. La antigua arquitectura de seguridad europea dependía de la centralidad de Europa. La nueva, no.

El corazón económico de la nueva arquitectura

El acuerdo emergente entre Washington y Moscú se basa en cuatro pilares económicos:

  • Extracción de recursos del Ártico y de la ruta del Mar del Norte: la participación conjunta en la extracción de minerales, hidrocarburos y tierras raras en el Ártico es fundamental. Estados Unidos está muy por detrás de Rusia en términos de capacidad de rompehielos e infraestructuras árticas, y la cooperación representa una solución pragmática.

  • Corredores energéticos y reconstrucción posbélica: los inversores estadounidenses consideran que la energía rusa es un mercado fronterizo infravalorado. Al mismo tiempo, la reconstrucción de Ucrania (potencialmente financiada con activos rusos congelados) crea enormes oportunidades para las empresas estadounidenses de construcción y energía.

  • Reintegrar los hidrocarburos rusos en los mercados mundiales: se trata de un objetivo estadounidense a largo plazo, tanto para estabilizar los precios mundiales de la energía como para gestionar la creciente influencia de China sobre Rusia.

  • Sustituir la lógica militar de la OTAN por la interdependencia económica: este es el eje central del pensamiento de Trump: construir un eje Washington-Moscú basado en la rentabilidad, reduciendo así el incentivo para el enfrentamiento armado.

Por qué los europeos están desesperados

Dado que Europa ha vinculado su base industrial a las sanciones, la descarbonización y la dependencia militar estadounidense, ahora es estructuralmente más débil que Washington y Moscú en la configuración emergente.

Europa está descubriendo tres dolorosas verdades:

  • No puede defenderse sin Estados Unidos. Los pilares europeos de la OTAN carecen de municiones, capacidad industrial y tecnología militar de vanguardia.

  • Las sanciones han debilitado más a Europa que a Rusia. Las industrias de alta intensidad energética de Alemania, Austria e Italia se están trasladando a Estados Unidos. La desindustrialización está en marcha en Europa.

  • Las negociaciones de paz no incluirán a Europa como coautora. Europa recibirá el documento final, pero no será invitada a elaborarlo.

Por eso los estrategas europeos están furiosos: la arquitectura de seguridad que ha definido el continente se está reescribiendo por encima de sus cabezas.

3. Después de Ucrania: cómo podría ser el nuevo orden de seguridad europeo

.¿Sobrevivirá la OTAN como pilar central de Europa?

La OTAN no desaparecerá. Sigue estando demasiado institucionalizada, es demasiado poderosa simbólicamente para los europeos y demasiado útil para las estructuras básicas y las exportaciones de armas de Washington.

Pero será degradada, transformada del núcleo del orden de seguridad europeo a un marco secundario, cada vez más dependiente de la voluntad política estadounidense, de un sector de defensa europeo fragmentado, del reducido entusiasmo estadounidense por los compromisos europeos y de un modus vivendi entre Estados Unidos y Rusia que Europa no controla.

Bajo la presidencia de Trump, la OTAN se ha convertido en un paraguas transaccional, no en una alianza estratégica. Su credibilidad dependerá por completo de la relación personal entre Trump y Putin, y Europa detesta esta actitud porque priva al continente de toda capacidad de acción.

El impacto de la guerra y la paz inminente en el futuro arquitectónico de Europa

El conflicto en Ucrania ha puesto de manifiesto las vulnerabilidades estructurales de Europa: falta de municiones, capacidad de producción insuficiente, dependencia excesiva de las sanciones e incoherencia estratégica. La paz revelará algo aún más incómodo: Europa no puede hacer cumplir por sí sola las consecuencias del acuerdo.

Si Estados Unidos y Rusia llegan a un acuerdo definitivo, Europa tendrá que aceptarlo o rechazarlo y afrontar las consecuencias por sí sola. Ni París ni Berlín están preparadas para este último escenario. Ucrania, trágicamente, será el punto de máxima presión. Su soberanía será negociada por agentes externos. Europa lo sabe, pero no puede cambiarlo.

¿Puede Europa soportar la comparación arquitectónica sin Estados Unidos?

La respuesta honesta es no, no a corto o medio plazo. Europa no tiene autonomía en materia de disuasión nuclear, profundidad militar-industrial, voluntad política cohesionada, consenso estratégico, seguridad energética, paridad tecnológica con Estados Unidos y capacidad para contener a Rusia sin el liderazgo estadounidense.

La idea de una autonomía estratégica europea sigue siendo una retórica ambiciosa. La UE tiene instrumentos militares, pero no un ejército. Tiene ambiciones, pero no la base industrial para sustentarlas.

El siglo asiático y el declive de Europa

Cuanto más convergen económicamente Washington y Moscú, más disminuye la relevancia global de Europa.

El eje Rusia-China se fortalece, la India emerge como polo de equilibrio y los BRICS aumentan su peso económico y político. Europa se convierte en una península de un supercontinente euroasiático que no controla, cada vez más marginal con respecto a los centros de poder globales.

La capacidad de Asia para garantizar la estabilidad depende de las redes de confianza que se crean entre Pekín, Moscú, Nueva Delhi, Riad y Teherán. Europa no forma parte de estas redes.

Conclusión: un continente en suspenso

La tragedia de Europa no es que se le excluya de las negociaciones que determinan su futuro, sino que aún no comprenda plenamente el alcance de su exclusión.

Las reuniones de Moscú no son una negociación entre iguales, sino una negociación entre sistemas de poder. Trump y Putin se entienden porque hablan el lenguaje de la geopolítica transaccional. Europa habla el lenguaje de las normas, las leyes y los procedimientos burocráticos, en un mundo que ya no se rige por ellos.

Se está elaborando una nueva arquitectura de seguridad europea, y no en Bruselas, sino en Washington y Moscú.

Europa debe enfrentarse a una pregunta crucial: ¿un continente que ha perdido su autonomía estratégica logrará recuperarla antes de que termine el próximo ciclo geopolítico?

Traducción nuestra


*Ricardo Martins, doctor en Sociología, especialista en política europea e internacional, así como en geopolítica.

Fuente original: New Eastern Outlook

Fuente tomada: Giubbe Rosse News

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