ORIENTE MEDIO HEGEMONÍA Y TEMOR A LOS ESTADOS UNIDOS. Lorenzo Maria Pacini.

Lorenzo Maria Pacini.

Imagen: Tomada de SCF

18 de diciembre 2025.

La idea de que Oriente Medio ya no representa una región estratégica central, reducible a un conflicto limitado entre Israel y los palestinos, parece excesivamente optimista.


Nuevas perspectivas

Los pueblos de Oriente Medio observan con atención si Washington realmente tiene la intención de reducir su implicación en la región o si, al igual que las cuatro administraciones anteriores, el Gobierno del presidente estadounidense Donald Trump también acabará atrapado en las arenas movedizas de Oriente Medio.

Más allá de los grandilocuentes eslóganes que han acompañado a las distintas presidencias estadounidenses, los problemas de la zona han ido empeorando progresivamente, volviéndose cada vez más complejos, en paralelo al aumento de la injerencia estadounidense.

Hoy en día, la Administración estadounidense invoca el principio de “America First” (Estados Unidos primero), proclamando su rechazo al intervencionismo, la reconstrucción de Estados y las guerras interminables.

Sin embargo, no ha renunciado a su ambición de configurar el orden mundial, como demuestra la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional, que propone una redefinición estratégica de Oriente Medio con el objetivo de impedir el surgimiento de cualquier potencia dominante en la región.

Queda por ver si este nuevo intento tendrá éxito, si los Estados influyentes aceptarán la fórmula estadounidense y si las poblaciones locales tolerarán una gestión de las crisis regionales que solo sirva a los intereses de Washington. Muchas preguntas siguen sin respuesta, y solo el tiempo dirá cuál será el resultado de la apuesta de Trump, que parece ser otro experimento estadounidense más en Oriente Medio.

El documento de la Casa Blanca confirma que Oriente Medio ya no es el elemento central de las prioridades estratégicas de Estados Unidos. La atención de Washington se está desplazando ahora hacia el hemisferio occidental y el Indo-Pacífico, identificados como los principales escenarios de la competencia geopolítica y económica mundial.

Según numerosos analistas, esta decisión supone una ruptura significativa con décadas de política exterior estadounidense, durante las cuales Oriente Medio ha ocupado una posición de importancia absoluta. Esta reorientación plantea profundas preguntas sobre las consecuencias de este cambio y el posible fin de lo que puede definirse como la “era de Oriente Medio” de la estrategia estadounidense.

Además, este cambio ensombrece el futuro de los conflictos regionales, ya que el vacío de seguridad resultante de la retirada estadounidense podría fomentar una mayor escalada, socavar las perspectivas de paz y aumentar el riesgo de nuevas guerras.

Según varios expertos regionales, la estrategia establece claramente que el hemisferio occidental y el Indo-Pacífico son ahora las principales áreas de competencia global, mientras que Oriente Medio queda relegado a un área de ‘compromiso selectivo’ basado en intereses mutuos y limitados.

Sin embargo, otros observadores señalan que no se trataría de una retirada total, sino más bien de una forma de desvinculación calibrada.

Estados Unidos seguiría presente siempre que sus intereses económicos o de inteligencia se vieran amenazados, pero evitaría librar guerras en nombre de terceros.

Según esta interpretación, la reducción de la centralidad de Oriente Medio no implica el fin de las sanciones o las operaciones militares contra Estados considerados peligrosos para los intereses estadounidenses. Más bien, señala la voluntad de no seguir sacrificando recursos humanos y financieros para contener conflictos regionales que no afectan directamente a la seguridad nacional de Estados Unidos.

Esta línea es coherente con las declaraciones de numerosos funcionarios de Washington, que han destacado repetidamente los enormes costes en términos económicos y de vidas humanas que ha soportado Estados Unidos, argumentando que ha llegado el momento de que los aliados asuman una mayor responsabilidad, mientras que Estados Unidos solo intervendrá en caso de amenazas directas a sus intereses vitales.

Algo está cambiando

En cierto sentido, no es incorrecto afirmar que la degradación de Oriente Medio en la estrategia de seguridad de 2025 no representa un simple reordenamiento de prioridades, sino que equivale a una verdadera declaración del fin de la era de Oriente Medio en la política estadounidense, sustituida por la competencia con China y Rusia en otros escenarios. Este enfoque creará inevitablemente un vacío de seguridad que alimentará nuevas tensiones.

En particular, Israel tendrá que decidir qué hacer con la nueva estrategia estadounidense, que algunos ya han interpretado como una licencia para barrer la región palestina, extendiendo la hegemonía del proyecto del Gran Israel a los países vecinos.

Sin duda, Israel seguirá beneficiándose del apoyo logístico y de inteligencia de Estados Unidos, y nadie limitará sus operaciones, incluso si cruza ciertas líneas rojas. Esto podría desencadenar una nueva carrera armamentística en la región, en la que cada país se comprometería a reforzar sus capacidades militares para la autodefensa.

También es cierto que la nueva estrategia estadounidense da prioridad a la defensa del territorio nacional —fronteras, espacio aéreo y seguridad interna— y reduce drásticamente los compromisos globales que han caracterizado la política estadounidense desde la Guerra Fría.

Oriente Medio, que en su día fue el centro de la estrategia estadounidense, queda ahora relegado a una región secundaria, mientras que la competencia con China en el Pacífico asume el papel de principal campo de batalla geopolítico del siglo.

Washington abordará Oriente Medio basándose principalmente en los intereses económicos mutuos, abandonando los compromisos militares masivos del pasado. Este enfoque representa, en opinión de Washington, la aplicación concreta del principio ‘America First’, que vincula la seguridad nacional a la estabilidad económica interna, la lucha contra la inmigración y el tráfico de drogas, y la reducción del gasto militar en Oriente Medio en favor de la industria estadounidense.

Podemos resumir diciendo que la Estrategia de Seguridad Nacional no anuncia un Oriente Medio más justo o pacífico, sino un orden regional más rígido, despiadado y, al mismo tiempo, más transparente. Por primera vez en décadas, Estados Unidos trata a Oriente Medio como sugiere el realismo político: una región importante, pero no vital, cuya estabilidad solo importa en la medida en que afecta a los intereses fundamentales estadounidenses.

No se trata simplemente de un documento político, sino del manifiesto teórico de un nuevo enfoque que rechaza la idea posterior a 1991 de Estados Unidos como garante indispensable del orden liberal mundial. En su lugar surge un realismo disciplinado, que evalúa cada compromiso externo basándose en un único criterio: el beneficio directo para la seguridad, la prosperidad y el modo de vida estadounidenses.

En conclusión, es posible que Washington consiga impedir el surgimiento de una potencia hegemónica en Oriente Medio, pero imponer un orden regional basado exclusivamente en los intereses y las directrices estadounidenses no es algo seguro ni garantizado.

La idea de que Oriente Medio ya no representa una región estratégica central, reducible a un conflicto limitado entre Israel y los palestinos, parece demasiado optimista. Negar la importancia energética de la región, la competencia entre las grandes potencias y el potencial de propagación del conflicto no es lo mismo que eliminarlos.

La negación o las ilusiones no crean la realidad. Oriente Medio seguirá siendo crucial para el sistema internacional, y la cuestión palestina seguirá siendo una presencia constante y sin resolver que seguirá pesando sobre todos los actores implicados. Y alguien, tarde o temprano, pedirá cuentas a Estados Unidos.

Traducción nuestra


*Lorenzo Maria Pacini es Profesor asociado de Filosofía Política y Geopolítica, UniDolomiti de Belluno. Consultor en Análisis Estratégico, Inteligencia y Relaciones Internacionales.

Fuente original: Strategic Culture Foundation

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