Enrico Tomaselli.
Foto: Archivo – El presidente de EEUU, Donald Trump, en el Despacho Oval con líderes europeos. Europa Press/Contacto/White House – Archivo
20 de noviembre 2025.
Y no es de descartar que, incluso cuando tenga que aceptar el fin de la guerra en Ucrania, considere la posibilidad de mantener viva la llama, tal vez alimentando una guerra latente entre Rusia y los países europeos.
Puntualmente, desde hace meses, se emite la repetición del mismo guion: la paz en Ucrania.
En realidad, la cuestión es muy sencilla, aunque la narrativa occidental insista en pensar que negar la realidad equivale a borrarla.
Moscú ha dejado claro desde hace tiempo a los ucranianos que cada rechazo a una posibilidad de acuerdo irá seguido de condiciones más duras; y así ha sido. También ha dejado claro a todo Occidente que los objetivos estratégicos de la Operación Militar Especial no se discuten y se perseguirán íntegramente, ya sea por medios militares o de otro tipo.
Cuando Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos y declaró que quería poner fin a la guerra, no fue porque fuera un pacifista convencido (como se desprende de sus posteriores movimientos), sino porque la OTAN estaba perdiendo esa guerra.
El primer paso, por lo tanto, fue iniciar un proceso de desvinculación política del conflicto (‘la guerra de Biden’) e intentar subcontratarla a los europeos. Pero, precisamente, para la subcontratación es necesario que coincidan una condición y un objetivo: la guerra debe continuar.
Esto significa que, cada vez que las condiciones sobre el terreno empeoran para las fuerzas ucranianas, en Washington suena una alarma. Desde este punto de vista, la oscilación de la línea política estadounidense al respecto, por muy exagerada que sea por la propensión personal de Trump a pasarse de la raya, responde exactamente a este tipo de estímulo.
A los europeos les corresponde el papel en la comedia del sirviente tonto, y deben atenerse a él. En escena, deben presentarse como los que se oponen a los esfuerzos de paz de Trump; entre bastidores, acuden como escolares al estudio (ovalado) del jefe de la compañía, para recibir órdenes.
Obviamente, la cuestión es que para Estados Unidos la continuación de la guerra es un negocio:
financia la recuperación de la industria bélica estadounidense, saquea aún más los recursos de los aliados-colonias europeos y, en cualquier caso, desgasta a Rusia, que es y sigue siendo un enemigo para Washington.
Además, si terminara con una capitulación, el impacto político global sería, en cualquier caso, una derrota también para Estados Unidos, y no habría narrativa suficiente para sacudírselo de encima.
Por lo tanto, cada vez que las cosas parecen empeorar sobre el terreno, hay que lanzar algo nuevo al escenario, con la esperanza de que sirva para detener la espiral negativa.
Y no es casualidad que, cada vez, las nuevas propuestas de ‘paz’ se acerquen cada vez más a las demandas rusas.
Más bien, cabe preguntarse cómo no entienden que esto refuerza la firme posición de Moscú, que tiene muy claro que, tarde o temprano, Occidente tendrá que darle todo lo que quiere, absolutamente todo, solo para evitar que lo tome por la fuerza.
Este enésimo ‘plan’, del que ya abundan las versiones filtradas hábilmente, tiene las mismas posibilidades que los anteriores, es decir, ninguna.
Después de todo, si realmente Trump —o quien sea— quisiera poner fin a la guerra, bastaría con que decidiera desvincularse realmente de Ucrania: fin de cualquier ayuda militar, directa o indirecta, fin de cualquier apoyo de inteligencia, fin (impuesto) de cualquier ayuda europea.
Con estas cartas en la mano, podría ofrecer a Putin un cierre ‘pacífico’ del conflicto, excluyendo así una victoria rusa sobre el terreno. Pero es demasiado evidente que eso no es lo que se quiere.
Por lo tanto, si observamos el contexto de forma racional, debemos llegar a la conclusión de que Washington intentará hasta el final mantener abierto el conflicto.
Y no es de descartar que, incluso cuando tenga que aceptar el fin de la guerra en Ucrania, considere la posibilidad de mantener viva la llama, tal vez alimentando una guerra latente entre Rusia y los países europeos.
Quizás incluso alguna forma de guerra de baja intensidad. Porque mientras haya carne alrededor del hueso, no se tira.
Por el momento, la paz puede esperar.
Traducción nuestra
*Enrico Tomaselli es Director de arte del festival Magmart, diseñador gráfico y web, desarrollador web, director de video, experto en nuevos medios, experto en comunicación, políticas culturales, y autor de artículos sobre arte y cultura.
Fuente: Arianna Editrice
