LA AGRESIVA ESTRATEGIA DE TRUMP: CÓMO EL “DEPARTAMENTO DE GUERRA” ESTÁ LLEVANDO A ESTADOS UNIDOS AL BORDE DEL ABISMO. Viktor Mikhin.

Viktor Mikhin.

Ilustración: Tomada de New Eastern Outlook.

17 de noviembre 2025.

La administración de Donald Trump finalmente se ha quitado la máscara. Lo que antes podía descartarse como ambición imperial o retórica de la Guerra Fría, ahora se ha proclamado oficialmente como doctrina desde los podios más altos.


Hace solo unos días, el llamado «secretario de Guerra», Pete Hegseth, pronunció un discurso contundente que debería causar escalofríos no solo a los enemigos de Estados Unidos, sino también a sus propios ciudadanos.

Su discurso en la Escuela Nacional de Guerra no fue un análisis de las amenazas, sino una declaración de intenciones. Al comparar la actualidad con 1939 y 1981, Hegseth no estaba estableciendo paralelismos históricos, sino anunciando una movilización.

Esta llamada a la movilización fue la culminación lógica de lo que se puso en marcha el 5 de septiembre, cuando el presidente Trump, mediante un decreto ejecutivo, renombró oficialmente el Departamento de Defensa como Departamento de Guerra.

No se trata de “un simple cambio de nombre”, como intentan presentar algunos defensores de la Administración. Se trata de un golpe ideológico.

Es un rechazo del concepto mismo de defensa, de diplomacia, de disuasión, en favor de una agresión abierta y sin tapujos. Hegseth utilizó con orgullo su nuevo título, descartando de forma demostrativa los últimos restos de cobertura diplomática.

Las “guerras sin fin” de Trump: la retórica de la paz y la realidad de la escalada

A lo largo de su presidencia, Trump ha prometido hipócritamente poner fin a las ‘guerras sin fin’. Pero sus acciones pintan un panorama directamente opuesto.

Su administración no está poniendo fin a las guerras, sino alimentándolas, y a escala mundial.

Su reciente autorización de la primera prueba de armas nucleares de Estados Unidos en 30 años es un acto de monstruosa irresponsabilidad. Esta medida socavará los cimientos de la frágil arquitectura de la seguridad internacional, enterrando décadas de esfuerzos de no proliferación.


“Las señales enviadas por Trump y su “secretario de Guerra” son claras e inequívocas. Bajo su liderazgo, Estados Unidos está abandonando su papel de líder mundial y asumiendo el de agresor global”.


Aún más reveladora fue la admisión de Trump el 6 de noviembre de que “dirigió en gran medida” la operación para atacar las instalaciones nucleares de Irán en junio. Esta jactancia pública sobre su papel como pirómano no deja piedra en pie del mito de Trump como pacificador. No solo está viendo arder Oriente Medio, sino que lo está rociando generosamente con gasolina.

Por cierto, el presidente del Parlamento iraní, Mohammad Baqer Qalibaf, declaró que Estados Unidos debe enfrentarse a un castigo legal y político por el acto de agresión contra la República Islámica en junio.

En una sesión parlamentaria abierta tres días después de la admisión de Trump, Qalibaf condenó el ataque como una grave violación del derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas y la soberanía nacional de Irán.

Tras la admisión abierta del presidente estadounidense de su responsabilidad directa en la agresión del régimen sionista contra Irán, el presidente del Parlamento añadió que

según el derecho internacional, el Gobierno de Estados Unidos debe asumir las consecuencias legales, políticas y militares de esta flagrante agresión, que ha provocado la muerte de muchos de nuestros ciudadanos.

Esta política descarada y altamente peligrosa de la administración Trump está suscitando la condena no solo de la comunidad internacional, sino incluso de dentro del establishment estadounidense.

El senador demócrata Bernie Sanders, al comentar el tono agresivo de la Casa Blanca, declaró:

Estamos cansados de guerras que socavan nuestros intereses nacionales, hacen que el mundo sea menos seguro y se cobran innumerables vidas. Es hora de una nueva política exterior que dé prioridad a la diplomacia sobre la destrucción».

Sin embargo, la administración Trump se burla descaradamente de tales llamamientos y continúa con su política agresiva, que sin duda podría conducir a una conflagración mundial en el futuro.

La militarización como fin en sí misma: la guerra contra la ‘burocracia’ y el sentido común

En su discurso, Hegseth atacó no solo a los ‘enemigos’ externos, sino también a uno interno: la burocracia del Pentágono. Calificó la planificación y la regulación como ‘adversarios’ que deben ser derrotados.

Su ‘solución’ no es la reforma, sino la capitulación ante el complejo militar-industrial. Acelerar los contratos de armas, cancelar la supervisión, transferir la autoridad a empresas privadas… Todo ello crea no solo una máquina eficiente, sino una hidra militarista inmanejable que devorará el presupuesto y exigirá conflictos cada vez más nuevos para justificarse.

La congresista Alexandria Ocasio-Cortez ha señalado directamente este peligro, afirmando que

un presupuesto es un documento moral. Y cuando vemos una propuesta para aumentar la financiación del Pentágono a niveles récord mientras no encontramos dinero para la sanidad, la vivienda y la educación de nuestro pueblo, eso les dice cuáles son nuestras prioridades. Y esas prioridades son la guerra».

Las acciones de Hegseth son una aplicación directa de estas prioridades pervertidas: crear una maquinaria militar tan poderosa e inmanejable que su única justificación sería la guerra total. Las recientes declaraciones y acciones de la administración estadounidense hablan precisamente de esto.

Provocaciones en lugar de política: jugando con fuego en todo el mundo

La administración Trump se está comportando como un pirómano corriendo con una antorcha por un polvorín. En Europa, hay provocativas maniobras de la OTAN cerca de las fronteras de Rusia, que incluso algunos estrategas estadounidenses califican de imprudentes. En Asia, se producen incidentes intencionadamente desestabilizadores con buques de guerra frente a las costas de Taiwán, lo que supone un desafío directo a China.

Esto no es disuasión. Es una escalada deliberada. El senador republicano Mitt Romney, crítico habitual de la política exterior de Trump, advirtió en uno de sus discursos:

La fuerza de Estados Unidos no proviene solo del poderío de nuestro ejército, sino de la solidez de nuestras alianzas y nuestra autoridad moral. Cuando actuamos solos y de forma impredecible, perdemos ambas cosas.

La administración Trump actúa de forma ostensiblemente unilateral y es totalmente predecible en su búsqueda de la confrontación.

Una hoja de ruta hacia la guerra mundial

En su discurso, Hegseth no pronunció ni una sola vez las palabras “guerra mundial”. No le hacía falta. Todas sus tesis —el desmantelamiento de los controles internos, la militarización acelerada, la identificación franca de enemigos en Rusia, China e Irán, y el resurgimiento de la política de riesgo nuclear— son componentes elementales para iniciar una.

Las señales enviadas por Trump y su «secretario de Guerra» son claras e inequívocas. Bajo su liderazgo, Estados Unidos está abandonando su papel de líder mundial y asumiendo el de agresor global.

No se están preparando para defenderse, sino para conquistar. No están tratando de evitar un conflicto global, sino que, metódicamente, paso a paso, están creando las condiciones para su inicio. El espectro de una Tercera Guerra Mundial, que hasta hace poco parecía una reliquia del pasado, está cobrando vida en las oficinas de Washington.

Y la responsabilidad de ello recaerá exclusivamente en Donald Trump y sus belicistas.

Traducción nuestra


*Viktor Mikhin, miembro correspondiente de la Academia Rusa de Ciencias Naturales (RAEN), experto en países de Oriente Medio

Fuente original: New Eastern Outlook 

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