Enrico Tomaselli.
Foto: Manifestaciones multitudinarias en 80 ciudades de Italia, contra el genocidio en Gaza. septiembre 2025. Foto. El Periodico. Lucía Feijoo Viera.
05 de octubre 2025.
La Unión Europea es, al mismo tiempo, un organismo “fuerte”, porque está totalmente libre de cualquier control democrático, pero también es “débil”, ya que está inevitablemente destinada a la implosión en un plazo no muy largo.
Como siempre ocurre, cuando un movimiento popular “estalla”, superando las expectativas de quienes han contribuido a su surgimiento, nos preguntamos cómo se ha producido y qué hacer a continuación, con evidente referencia al futuro.
En cuanto al movimiento que ha recorrido las plazas italianas, como respuesta al genocidio israelí en Palestina, me gustaría hacer algunas breves consideraciones.
Se ha dicho —y probablemente sea cierto— que parte de este éxito se debe al hecho de que Italia tiene un gobierno de derecha-derecha, lo que ha facilitado la movilización espontánea de una parte del electorado de centro-izquierda; que, si este hubiera estado en el gobierno, muy probablemente habría tenido más dificultades y reticencias a salir a la calle.
No es casualidad que la presidenta del Consejo haya “reivindicado” la idea de que las manifestaciones y las huelgas iban en contra de su Gobierno. La postura de Meloni, de hecho, responde a tres necesidades: en primer lugar, dado que una parte de su electorado es filopalestino, intentar reducirlo todo a una oposición entre derecha e izquierda, y además interna al país, sirve para recomponer su propio bando.
Intentar aplastar la movilización siguiendo esta línea también sirve para intentar reducir el impulso desde abajo a un esquema fácilmente manejable y absolutamente engañoso con respecto a los temas reales (y potenciales) de la movilización; un esquema dentro del cual facilitar un posible “control” del movimiento por parte de AVS-PD-M5S también significa devolverlo al cauce del sistema.
Y, por último, significa intentar recuperar una centralidad que el movimiento le ha arrebatado, desplazando el centro de gravedad de las instituciones a las plazas.
Y aquí hay otro elemento, en mi opinión extremadamente importante, del que conviene ser consciente.
El Gobierno italiano, como la mayoría de los gobiernos europeos, y sin duda mucho más que otros que forman parte de la UE, no ejerce ninguna soberanía efectiva.
Los gobiernos de los países que forman parte del bloque OTAN-UE son todos, en mayor o menor medida, meros administradores de condominios, y la soberanía sobre las cuestiones esenciales (política exterior, política de defensa, moneda) la ejercen organismos supranacionales no democráticos, que en última instancia actúan como correa de transmisión entre los distintos países y el centro de mando “imperial” de Washington.
Esto significa que los márgenes de autonomía, tanto del Gobierno italiano como del de París o Berlín, son extremadamente reducidos y están sometidos a un control extranacional prácticamente insuperable.

De ello se deduce que, incluso frente a una movilización popular masiva, las políticas nacionales pueden flexionarse de forma limitada, pero no ceder por completo.
Desde este punto de vista, el Gobierno laborista británico me parece un caso que ejemplifica bien el concepto; ante la fuerte oposición de los ciudadanos a las políticas de apoyo a Israel (las de Londres son mucho mayores y mucho peores que las nuestras), el Gobierno reconoce el Estado palestino, de hecho inexistente, pero al mismo tiempo reprime duramente la solidaridad popular con el mismo, declarando a Palestine Action organización terrorista y deteniendo a cientos de personas que siguen manifestando su solidaridad. Y, por supuesto, el apoyo militar a Israel no ha cesado ni un solo momento.
Todo esto para decir que, en mi opinión, intentar abrir una “disputa”, incluso conflictiva, con el Gobierno, sería en gran medida totalmente inútil y, en cierto modo, podría incluso dar alas a quienes, tanto a la derecha como a la izquierda, están deseando reabsorber el impulso de las calles.
Por lo tanto, en mi opinión, el movimiento debería más bien intentar, por un lado, poner en práctica acciones que apunten «más abajo», como por ejemplo campañas de boicot a los productos israelíes, incluso con acciones de propaganda directas en los puntos de venta, además de las del comercio desde y hacia Israel.

Y, por otro lado, pasar por encima del Gobierno, apuntando directamente al objetivo europeo, es decir, la UE, que es la que está tratando de crear las condiciones para que un escenario de guerra se extienda desde Oriente Medio y Europa del Este a todo el continente, y lo hace tanto para responder a las necesidades “imperiales” del otro lado del océano como para no verse abrumada por una derrota en Ucrania.
En definitiva, el movimiento debería intentar escapar de una “jaula” nacional, quizá incluso tratando de reforzar las relaciones con España y Grecia, con el fin de crear un “eje mediterráneo” que se oponga al eje nórdico-báltico que actualmente domina Europa.
La Unión Europea es, al mismo tiempo, un organismo “fuerte”, porque está totalmente libre de cualquier control democrático, pero también es “débil”, ya que está inevitablemente destinada a la implosión en un plazo no muy largo.
Si este movimiento no consigue ampliar sus horizontes, acabará inevitablemente por retroceder.
Un posible fin del conflicto de Gaza, difícil pero no imposible, le quitaría la alfombra de debajo de los pies.
Traducción nuestra
*Enrico Tomaselli es Director de arte del festival Magmart, diseñador gráfico y web, desarrollador web, director de video, experto en nuevos medios, experto en comunicación, políticas culturales, y autor de artículos sobre arte y cultura.
Fuente original: Arianna Editrice
