Roberto Iannuzzi.
Foto: Una imagen satelital muestra la planta de enriquecimiento de combustible de Fordo, en el centro de Irán, el 14 de junio de 2025 (AFP).
23 de junio 2025.
El bombardeo estadounidense no acaba con el programa nuclear iraní, aleja una solución negociada y empuja hacia una mayor desestabilización internacional.
El bombardeo estadounidense no acaba con el programa nuclear iraní, aleja una solución negociada y empuja hacia una mayor desestabilización internacional.
Al anunciar el bombardeo de las instalaciones nucleares iraníes de Fordow, Natanz e Isfahán, el presidente estadounidense Donald Trump calificó la operación como “un espectacular éxito militar”.
Llegó incluso a afirmar que estas instalaciones “han sido totalmente destruidas”.
De manera grotesca (dado que a la ilegalidad del ataque israelí contra Irán iniciado el 13 de junio se suma el carácter igualmente ilegal de la operación estadounidense), Trump afirmó que
Irán, el matón de Oriente Medio, ahora debe hacer las paces”.
De lo contrario, advirtió el inquilino de la Casa Blanca,
Irán sufrirá una tragedia mucho mayor que la que hemos presenciado en los últimos ocho días.
A la petición de “volver a la mesa de negociaciones”, avanzada también por Gran Bretaña y la Unión Europea, respondió rápidamente el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, afirmando que Irán estaba negociando con Washington cuando Israel lo bombardeó.
Añadió que el ataque de Estados Unidos se produjo precisamente cuando Irán había iniciado un diálogo con el grupo E3 (Gran Bretaña, Alemania y Francia). Por lo tanto, concluyó Araghchi, Irán nunca ha abandonado la mesa de negociaciones. Son otros los que siguen saboteándola.
De hecho, la negociación de la que hablan Estados Unidos y el grupo E3 equivale a una rendición para Irán:
la renuncia a cualquier forma de enriquecimiento de uranio y la inclusión del arsenal de misiles iraní en la negociación, como precisó el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Johann Wadephul.
La perspectiva de tener un programa nuclear dependiente de suministros extranjeros, una disuasión misilística reducida y una economía que, en cualquier caso, corre el riesgo de permanecer bajo el yugo de las sanciones (que solo se suspendieron parcialmente, y no se derogaron, incluso después de la consecución del acuerdo nuclear de 2015) es inaceptable para un Irán que, por el contrario, había cumplido sus compromisos en virtud de dicho acuerdo.
Al describir el ataque como una acción punitiva ‘puntual’, Trump espera doblegar a Irán con la amenaza de un castigo más duro si Teherán se mantiene firme o incluso piensa en tomar represalias contra Estados Unidos.
Apenas un día después, el presidente reforzó sus amenazas al insinuar la posibilidad de un “cambio de régimen” en Teherán.
Según algunas fuentes, Irán habría sido advertido con anticipación del ataque estadounidense, además de haber recibido un mensaje privado de la administración [norteamericana] indicando que Estados Unidos no buscaría un enfrentamiento a gran escala con Irán.
Los dilemas de Trump
Sin embargo, esta decisión revela los límites del margen de maniobra del presidente.
En su país, intenta mantener un difícil equilibrio entre el partido de la «línea dura» contra Teherán y la base aislacionista del movimiento MAGA (Make America Great Again). Esta última no quiere que EE. UU. se enzarce en otro conflicto en Oriente Medio.
Pero también desde el punto de vista estratégico, Trump se encuentra en una encrucijada muy delicada. Tras años de guerra en Ucrania, Gaza y contra Ansar Allah (grupo también conocido como «hutíes») en Yemen, el arsenal estadounidense de misiles, bombas guiadas e interceptores para la defensa aérea se ha reducido peligrosamente.
Washington no puede permitirse otra guerra más en Oriente Medio sin quedar expuesto en otros frentes, especialmente en el Pacífico contra China.
La operación de bombardeo de las instalaciones nucleares iraníes, por limitada que fuera, fue sin duda compleja y supuso unos costes enormes.
Según la versión oficial estadounidense, más de 125 aviones participaron en la misión, incluidos ocho bombarderos B-2(más de un tercio del total con que cuenta Estados Unidos) y numerosos aviones cisterna.
Se habrían lanzado 75 municiones guiadas contra los emplazamientos nucleares, incluidas catorce GBU-57 MOP (Massive Ordnance Penetrator) de más de 12 toneladas, las bombas convencionales más potentes que existen (lanzadas sobre Fordow y Natanz).
En total, la operación probablemente costó varios cientos de millones de dólares.
Los bombarderos B-2 despegaron directamente desde territorio estadounidense, algunos de ellos se habrían dirigido hacia el Pacífico (probablemente como maniobra de distracción), mientras que otros se habrían dirigido hacia el este. Los aviones habrían llegado a Irán gracias a varias operaciones de reabastecimiento en vuelo, para luego regresar a Estados Unidos a través del Atlántico gracias a nuevos reabastecimientos en vuelo sobre el Mediterráneo y el propio Atlántico.
Un ‘éxito’ muy parcial
Sin embargo, la planta de Fordow ya había sido evacuada por los iraníes y las reservas de uranio enriquecido trasladadas a lugares seguros. Los túneles de entrada a la planta habían sido rellenados con tierra para reducir los efectos de un posible bombardeo.
Fordow era originalmente una instalación militar construida a principios de la década de 2000. Entre 2006 y 2007, los iraníes decidieron convertirla en una planta de enriquecimiento de uranio, por temor a que sus instalaciones en superficie pudieran ser bombardeadas.
En virtud del acuerdo nuclear de 2015, Irán cesó las actividades de enriquecimiento de uranio en Fordow. Sin embargo, estas se reanudaron aproximadamente un año después de que Trump se retirara unilateralmente del acuerdo, con el objetivo de presionar a Washington para que volviera a la mesa de negociaciones.
La planta se encuentra entre 60 y 100 metros de profundidad (nadie lo sabe con exactitud). Que haya sido destruida es algo que aún está por demostrar.
También es poco probable que los misiles Tomahawk (subsónicos y con un bajo coeficiente de penetración) lanzados contra la fortificada estructura de Isfahán hayan causado daños significativos.
Irán también había anunciado que había preparado una tercera planta de enriquecimiento de uranio antes del ataque (precisamente en Isfahán).
Teniendo en cuenta que Teherán cuenta con miles de científicos en el campo de la energía atómica, el programa nuclear iraní (junto con los conocimientos técnicos para desarrollarlo) sigue en pie.
Teherán tiene ahora todas las razones para no confiar en Trump (fue él quien se retiró unilateralmente del acuerdo nuclear en 2018, fue él quien ordenó el asesinato del general Qassem Soleimani —un héroe nacional en Irán— en 2020, es con el conocimiento de Estados Unidos que Israel atacó Irán el 13 de junio, y fue él quien bombardeó las instalaciones nucleares iraníes dos días después de declarar que esperaría dos semanas para dar una oportunidad a la diplomacia).
Por lo tanto, es difícil que los líderes iraníes confíen en las posibles propuestas de Washington.
Posibles represalias de Teherán
El programa nuclear iraní está destinado a volverse cada vez más opaco. No se descarta que Teherán decida expulsar a los inspectores de la AIEA, salir del Tratado de No Proliferación (TNP) y apostar realmente por la construcción de un arma nuclear.
Otra medida de represalia iraní podría ser cerrar el estrecho de Ormuz, lo que dispararía los precios de la energía. Pero Teherán también podría limitarse a amenazar con llevar a cabo una acción de este tipo, provocando igualmente el caos en los mercados sin arriesgarse a una nueva intervención militar de Estados Unidos.
También cabe esperar una posible represalia iraní contra las bases militares estadounidenses en Oriente Medio, pero probablemente no contra las del Golfo, ya que el ataque estadounidense no partió de las bases de la región y a Irán no le interesa enemistarse con las monarquías árabes.
Una acción contra activos militares estadounidenses (posiblemente en Irak, Siria y Jordania) podría, en cualquier caso, ser limitada, ya que Teherán no tiene interés en provocar nuevos ataques estadounidenses en suelo iraní.
Al mismo tiempo, Teherán no puede dejar impunes las violaciones estadounidenses e israelíes de la soberanía iraní. Lo que más temen los dirigentes iraníes es que Irán corra la misma suerte que países como Siria, Líbano e Irak, donde Estados Unidos e Israel intervienen a su antojo.
Responsables israelíes ya han señalado que, si el programa nuclear iraní no se ve suficientemente reducido por la operación estadounidense y Teherán decide restablecerlo, será necesario llevar a cabo bombardeos periódicos, una estrategia que los israelíes denominan «cortar el césped».
Un escenario de este tipo es una pesadilla que Teherán no puede aceptar. A la luz de esto, la represalia iraní más contundente se produjo ya a la mañana siguiente del ataque estadounidense, con una oleada sin precedentes de misiles dirigidos precisamente contra objetivos sensibles de Israel.
Escenarios de desestabilización
Por su parte, Tel Aviv, aunque oculta los daños causados por Irán a las infraestructuras estratégicas israelíes, tiene todo el interés en destacar sus víctimas civiles con el fin de empujar a Washington a ampliar la campaña militar contra Irán para lograr un cambio de régimen en Teherán.
A nivel regional e internacional, la acción decidida por Trump es igualmente desestabilizadora.
Países como Pakistán, Turquía, Arabia Saudí y otros temen no solo una conflagración regional, sino el preocupante precedente que supone la impunidad con la que Israel ataca a sus vecinos disfrutando de la protección de facto de la principal superpotencia mundial.
Dos potencias nucleares (Israel y Estados Unidos) han atacado a un país que no posee armas atómicas y que es parte del TNP (Irán). Las consecuencias son evidentes: esta guerra demuestra que adherirse al TNP no garantiza ventajas reales y que la única garantía real de protección parece ser la posesión de armas nucleares.
Israel y Estados Unidos, con sus acciones, están dando un posible impulso a la proliferación nuclear a nivel mundial.
Traducción nuestra
*Roberto Iannuzzi es analista independiente especializado en Política Internacional, mundo multipolar y (des)orden global, crisis de la democracia, biopolítica y «pandemia new normal».
Fuente original: Intelligence for the people
