SOBRE EL ESTADO PROFUNDO. Enrico Tomaselli.

Enrico Tomaselli.

Foto: WhoWhatWhy / Gage Skidmore / Flickr

03 de marzo 2025.

Como hemos visto…en realidad lo que llamamos Estado profundo no sólo no es un Estado en sí mismo (y mucho menos oculto), sino que en realidad está parcialmente compuesto por piezas del Estado oficial…Piezas que, conviene aclarar, no son infieles al Estado público…podría decirse que -desde su punto de vista- los elementos que componen el Estado profundo piensan y actúan según una visión que, en términos temporales, trasciende a la de las clases políticas dirigentes pro tempore.


Cada vez se habla más del Estado profundo, y yo mismo utilizo a menudo esta expresión. Generalmente se utiliza para designar una característica típica del sistema de poder estadounidense, pero -aunque de hecho es aquí más que en ningún otro lugar donde podemos hablar razonablemente de ello- en realidad no es una realidad limitada a los Estados; hace poco escribí un texto en el que, por ejemplo, hablaba de un Estado profundo europeo.

Por extraño que pueda parecer, el término tiene su origen en Turquía; fue el ex primer ministro de izquierdas Mustafa Bülent Ecevit quien acuñó la expresión (en turco, derin devlet), en referencia a la red de poder laico-militar que se formó en torno a Kemal Ataturk, y que sobrevivió a su muerte.

Sin embargo, la definición actual de lo que es el Estado profundo no es unívoca. Según Wikipedia,

a nivel político, se entiende como el conjunto de aquellos organismos, legales o no, que gracias a sus poderes económicos o militares o estratégicos influyen en la agenda de los objetivos públicos, en secreto y al margen de las estrategias políticas de los Estados del mundo, lejos de los ojos de la opinión pública. También llamado ‘Estado dentro del Estado’, está formado por grupos de presión y redes de poder ocultas, secretas y encubiertas, capaces de actuar incluso contra las instituciones públicas conocidas.

En mi opinión, sin embargo, esta definición corre el riesgo de ser engañosa, sobre todo en lo que se refiere a la situación por excelencia, es decir, Estados Unidos.

La imagen resultante, de hecho, se asemeja mucho a la conocida de los servicios desviados (en referencia a los numerosos episodios en los que los servicios secretos italianos han actuado al margen y en contra de lo que era la línea política oficial del Estado).

Una imagen que tiende a separar y contraponer -precisamente- el Estado profundo y el Estado oficial.

Este tipo de interpretación, sin embargo, tiene dos grandes defectos: el primero, el más obvio, es precisamente el de hacer una distinción entre estos dos niveles, presentándolos como separados e incluso posiblemente contrapuestos; el segundo es representar el Estado profundo como un Estado y como oculto. Ambas cosas no son ciertas.

Empecemos por decir que todos los elementos que componen el Estado profundo -y veremos cuáles son- tienen visibilidad pública; tal vez no aparezcan en la televisión en todos los telediarios, pero son personas y organizaciones conocidas, que expresan públicamente sus ideas y orientaciones.

Obviamente, por decir algo, el gran público no lee informes de cientos de páginas elaborados en think tanks, pero siguen siendo fácilmente accesibles.

Y, lo más importante, no estamos ante un Estado dentro del Estado. La representación como Estado implica que estamos ante un organismo, que tiene una estructura propia muy precisa, y sobre todo una línea de mando precisa. Lo cual no es el caso.

Esbocemos pues un retrato de lo que es en realidad el Estado profundo, refiriéndonos siempre al estadounidense.

La imagen más cercana que podemos tomar prestada de Internet, podríamos de hecho describirlo como una red, es decir, una red formada por nodos conectados entre sí de diversas maneras, y que están unidos por el hecho de tener alguna forma de poder. En este sentido, también podríamos hablar de comunidad.

Evidentemente, dentro de la red -aunque hablemos de una estructura reticular, horizontal- hay nodos que tienen un mayor peso y otros que lo tienen menor, pero aun así pueden influirse mutuamente, y no necesariamente de forma vertical y descendente.

Sin embargo, para comprender la naturaleza y la composición del Estado profundo es necesario dar un paso atrás.

Para una gran potencia imperial, que extrae la mayor parte de su riqueza (y, por tanto, de su poder) no de su propia capacidad productiva, sino de su capacidad depredadora frente a los demás, el mantenimiento del imperio, de su hegemonía, es fundamentalmente una cuestión de estrategias a largo plazo.

Cuando la estructura formal del Estado imperial tiene forma democrática, y por tanto está sujeta a la rotación de las clases dirigentes, se hace necesario disponer de un marco capaz de garantizar la continuidad, independientemente de los cambios electorales.

En resumen, se necesita un conjunto de elementos que no estén sujetos al sistema de despojo ni a la validación electoral. Este conjunto es, en cierto sentido, el núcleo del Estado profundo, en torno al cual se aglutinan otras fuerzas, a menudo mucho más poderosas.

Es en este humus donde se elaboran las estrategias a medio y largo plazo, y donde se rediscute sobre ellas, y donde -en última instancia- no sólo se esbozan las líneas de acción imperiales, sino que también se identifican las clases dirigentes a las que de vez en cuando hay que confiar la tarea.

Todo ello, por lo que respecta a Estados Unidos, en un contexto en el que la participación democrática es bastante relativa, en el que la opinión pública es más fácilmente manipulable que en otros lugares y en el que, por tanto, el poder oligárquico es muy fuerte, aunque deje voluntariamente el escenario a otros.

Cuando hablamos de Estado profundo, por tanto, nos referimos a una serie de organismos y/o individuos que, por diferentes razones, tienen poder efectivo, pero no necesariamente la misma visión de cuáles son las mejores estrategias, o las mejores clases dirigentes.

En definitiva, no se trata de un monolito.

Por el contrario, la dinámica interna de la red tiende a ser cambiante e incluso viva, y los resultados finales son siempre producto de las relaciones de poder que se determinan, y que alcanzan un punto de equilibrio entre diferentes intereses y pulsiones ideológicas.

Podemos, por lo tanto, para empezar, tener en cuenta la red ese conjunto de funcionarios públicos que garantizan la continuidad de la máquina del Estado federal, y que pueden facilitar o dificultar la acción del gobierno.

Siguiendo en la esfera pública, podemos añadir la estructura del Pentágono, y la gran comunidad de agencias de seguridad. Todos organismos en los que la rotación para el sistema de despojo suele ocurrir sólo para los puestos más altos, mientras que el grueso de la máquina permanece inalterado.

A continuación, encontramos todo el mundo del infoentretenimiento, desde los medios de comunicación tradicionales hasta Hollywood, pasando por las grandes redes sociales, etc., todos ellos elementos fundamentales para el control de la opinión pública.

El mundo académico, especialmente el de la Ivy League (Brown University, Columbia University, Cornell University, Dartmouth College, Harvard University, University of Pennsylvania, Princeton University, Yale University), y el mundo científico y los centros de investigación.

Y luego, obviamente, el mundo económico, tanto industrial como financiero. En una posición aparentemente secundaria se encuentra entonces una red de think tanks, financiados por los distintos actores, que se ocupan del análisis y el desarrollo estratégico, influyendo a su vez en las decisiones de los nodos más importantes.

Todo ello, huelga decirlo, esbozando de forma muy resumida la composición del Estado profundo.

El conjunto de estos sujetos, cada uno portador de sus propios intereses específicos, está unido -como se dijo- por el hecho de tener alguna forma de poder, por no estar sujeto a frecuentes recambios como las clases políticas dirigentes y -en cierto sentido- por tener un interés común en defender y fortalecer ese poder imperial en el que medran.

Como puede comprenderse fácilmente, la extensión y relevancia política del Estado profundo es mayor cuanto mayor y más importante es la dimensión en la que opera (como sugiere el hecho de que la expresión naciera en Turquía).

Por el contrario, cuanto menor sea la dimensión en la que opera y, sobre todo, cuanto menos relevante sea, más reducida será la importancia del estado profundo (cuyos elementos, como es evidente, están presentes en toda sociedad estatal), hasta el punto de estar completamente ausente.

Por ejemplo, aunque en Italia existen poderes de facto, distintos de los constitucionales, éstos nunca se han coagulado en una forma similar a la examinada hasta ahora.

En conclusión, y volviendo a uno de los puntos iniciales, el hecho de que la expresión Estado profundo sea equívoca en muchos sentidos plantea ciertamente un problema, ya que su uso corre el riesgo de generar malentendidos –el más clásico de los cuales es imaginar dos Estados, uno oculto y otro público, en el que el primero opera al margen de la ley y en contra del segundo.

Como hemos visto -para quienes obviamente comparten esta lectura del fenómeno- en realidad lo que llamamos Estado profundo no sólo no es un Estado en sí mismo (y mucho menos oculto), sino que en realidad está parcialmente compuesto por piezas del Estado oficial.

Piezas que, conviene aclarar, no son infieles al Estado público (en cierto modo, incluso podría decirse que lo son más, en comparación con la clase política que se alterna).

Simplificando al extremo, podría decirse que -desde su punto de vista- los elementos que componen el Estado profundo piensan y actúan según una visión que, en términos temporales, trasciende a la de las clases políticas dirigentes pro tempore.

A la luz de estas consideraciones, he llegado a la conclusión de que, para evitar en la medida de lo posible los malentendidos mencionados, a partir de ahora -y a mi muy pequeña manera- utilizaré más bien la expresión poder profundo, esperando no generar a su vez confusión.

Traducción nuestra


*Enrico Tomaselli es Director de arte del festival Magmart, diseñador gráfico y web, desarrollador web, director de video, experto en nuevos medios, experto en comunicación, políticas culturales, y autor de artículos sobre arte y cultura.

Fuente original: Enrico’s Substack

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