Vijay Prashad.
Pintura: Iwan Suastika (Indonesia), The Beauty and the Fragile Ones (Planet Earth) [La bella y lxs frágiles (Planeta Tierra)], 2020.
04 de noviembre 2021.
Tal vez sea adecuado que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, haya llegado a Glasgow para la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) con ochenta y cinco automóviles a cuestas, meses después de haber declarado “soy un hombre de autos” (para más detalles sobre la catástrofe climática, véan nuestra Alerta Roja: Una sola Tierra). Solo tres países del mundo tienen más autos por persona que Estados Unidos, y estos países (Finlandia, Andorra e Italia) tienen una población mucho menor que EE. UU.
Justo antes de que Biden partiera hacia la cumbre del G20, su reunión con el Papa Francisco y la COP26, hizo que su administración presionara a los Estados productores de petróleo (OPEP+) para que “hicieran lo necesario en materia de suministro”, es decir, para que aumentaran la producción de petróleo. Mientras Estados Unidos presionaba a la OPEP+ para que aumentara la producción de petróleo, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicaba un informe clave sobre las emisiones mundiales. El PNUMA señaló que los países del G20 son responsables de cerca del 80% de los gases de efecto invernadero mundiales y que los tres mayores emisores de carbono per cápita son Arabia Saudí, Australia y Estados Unidos. Dado que las poblaciones de Arabia Saudí (34 millones) y Australia (26 millones) son mucho más pequeñas que la de Estados Unidos (330 millones), es evidente que este país emite volúmenes de CO2 mucho mayores que estos otros dos: Australia representa el 1,2% de las emisiones mundiales de carbono, mientras que Arabia Saudí representa el 1,8% y Estados Unidos el 14,8%.

En la reunión de la COP21 de 2015 en París, ninguno de los países poderosos quiso siquiera pronunciar la frase “emisiones netas cero”. Ahora, gracias al trabajo de los informes del IPCC y a las campañas masivas en todo el mundo sobre la emergencia climática, los líderes que preferirían ser “hombres de automóviles” están forzados a pronunciar esa expresión. Aunque la necesidad de alcanzar un nivel cero de emisiones de carbono para 2050 está sobre la mesa desde hace algunos años, la declaración del G20 la ignoró y optó por la vaga formulación de que las emisiones netas deben terminar “a mediados de siglo o alrededor de esa fecha”. Tampoco se habló de las emisiones globales de metano, que son el segundo gas de efecto invernadero antropogénico más abundante después del CO2.

En los días previos a la reunión de la COP26, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, dijo: “Ha llegado el momento de dejar atrás los discursos vacíos, las promesas rotas y los compromisos incumplidos. Necesitamos que se aprueben leyes, que se apliquen programas y que las inversiones se financien rápida y adecuadamente, sin más demora”. Sin embargo, ha habido un retraso desde la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en 1992 en Río de Janeiro. Retomando la Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente Humano celebrada en Estocolmo (1972), los países del mundo se comprometieron a hacer dos cosas: revertir la degradación del medio ambiente y reconocer las “responsabilidades comunes pero diferenciadas” de los países desarrollados y en desarrollo. Está claro que los países desarrollados —principalmente los occidentales, las antiguas potencias coloniales— han consumido mucho más de lo que les corresponde del “presupuesto de carbono”, mientras que los países en desarrollo no han contribuido tanto a la catástrofe climática y luchan por cumplir obligaciones básicas con sus poblaciones.
La fórmula de Río —responsabilidades comunes y diferenciadas— está presente en el Protocolo de Kioto (1997) y en los Acuerdos de París (2015). Se hicieron promesas, pero no se cumplieron. Los países desarrollados prometieron lo que empezó a llamarse “financiación climática”, tanto para mitigar los desastrosos resultados de la catástrofe climática como para cambiar la dependencia de la energía basada en el carbón por otras formas de energía. El Fondo Verde para el Clima se ha quedado muy por debajo del compromiso anual de 100.000 millones de dólares prometido en 2009. La reunión del G20 en Roma no llegó a ningún consenso sobre la falta de aportes para este Fondo; mientras tanto, es importante reconocer el marcado contraste de que, durante la pandemia, se desembolsó un total de 16 billones de dólares en estímulos fiscales entre marzo de 2020 y marzo de 2021, principalmente en los países desarrollados. Dada la improbabilidad de que se produzca un debate serio sobre la financiación del clima, es probable que la COP26 sea un fracaso.

Analizando las evidencias del IPCC, el economista John Ross demostró recientemente que, según la propia propuesta de Estados Unidos de reducir las emisiones actuales en un 50-52% respecto a los niveles de 2005, el nivel de emisiones de CO2 per cápita del país seguiría representando el 220% del promedio mundial en 2030. Si EE.UU. alcanzara su objetivo, las emisiones de carbono per cápita del país en 2030 serían un 42% superiores a las actuales de China. EE.UU. ha sugerido que le gustaría ver una reducción del 50% de las emisiones en 2030; dado que tomaría como referencia los desiguales niveles actuales de emisiones, se le permitiría emitir 8,0 toneladas de CO2, a China le corresponderían 3,7 toneladas, a Brasil 1,2 toneladas, a India 1,0 toneladas y a la República Democrática del Congo 0,02 toneladas. Tal y como muestra Ross, las emisiones de CO2 per cápita de China son sólo el 46% de las de EE. UU., mientras que otros países en desarrollo emiten mucho menos (Indonesia, 15%; Brasil, 14%, India, 12%). Para más detalles, siga el Climate Equity Monitor [Monitor de Equidad Climática] elaborado por la MS Swaminathan Research Foundation y el National Institute of Advanced Studies (Bengaluru, India).
En lugar de centrarse en la necesaria transición energética, los países desarrollados han recurrido a una burda propaganda contra un puñado de Estados en desarrollo como China e India. El informe Making Mission Possible: Delivering a Net-Zero Economy [Hacer posible la misión: conseguir una economía con un nivel cero neto] de la Energy Transition Commission calcula que el coste de una transición será del 0,5% del PIB mundial en 2050, una cantidad insignificante comparada con las alternativas catastróficas, como la desaparición de varias pequeñas naciones insulares y el aumento de patrones climáticos extremadamente erráticos.
El costo de la transición ha disminuido debido al descenso del precio de las tecnologías clave (parques eólicos terrestres, células solares fotovoltaicas, baterías, etc.). Sin embargo, es importante reconocer que estos valores se mantienen artificialmente bajos debido a los bajísimos salarios pagados a lxs minerxs de los minerales y metales clave que alimentan estas tecnologías (como lxs minerxs de cobalto en la República Democrática del Congo) y a los míseros pagos de royalties que cobran los países del Sur por estas materias primas. Si se pagaran los costos reales, la transición sería más cara, y los países del Sur tendrían recursos para pagar el cambio sin depender del fondo climático.

La batalla se libra
¿Quién debe engullir el presupuesto de carbono,
envolver a la Madre Tierra en interminables cúmulos de smog?
¿A quién le toca acumular la deuda climática?
¿Y a quién le toca ser esclavo del carbono?
Colonizar la biosfera
Aniquilar la etnósfera
Esperanzas trazadas en geografías coloniales de la muerte
Marcadas por deporte, con trampas y flotando en sangre.
…
El sueño se ha desvanecido, el gallo ha cantado,
El traidor busca una rama para imitar el movimiento del péndulo
Y uno o dos derraman una lágrima por la prensa
Mientras el halcón planea suavemente sobre los vientos del canto fúnebre buscando una presa desventurada
Los tambores fúnebres estallan por los bíceps pulsantes de dolor
Las flautas susurran un canto fúnebre largamente olvidado que emerge repentinamente de las profundidades de años de historias borradas
Mientras las hijas y los hijos de la tierra recogen trozos de colinas, ríos y bosques sagrados
La Madre Tierra despierta, abraza a sus hijos visibles e invisibles
Y finalmente los humanos vuelven a ser.
